Más de una veintena personas, la mayor parte de ellas procedentes de países orientales de Europa, integraban en números reducidos los grupos que este año han sido detectados en Eivissa y a los que se les responsabiliza de robos en cajeros automáticos que fueron llevados a cabo esta temporada turística con la denominada técnica del «lazo libanés». Con ella, las víctimas creen haber perdido su tarjeta en un cajero y, luego, encuentran sus cuentas desvalijadas.
El sistema ya era conocido por las fuerzas policiales pero, hasta ahora, no se había detectado en la isla la proliferación de grupos especializados en esta modalidad de robo. Las investigaciones y dispositivos de vigilancia y prevención llevados a cabo tanto por Guardia Civil como por las policías permitieron la desarticulación de la mayor parte de los grupos que se trasladaron a Eivissa. En total, se realizaron más de una docena de detenciones en distintos servicios algunos de ellos tras sorprender a un grupo con un lazo puesto.
Los integrantes de estas «células» no solían tener relación alguna con los restantes que simultáneamente fueron detectados, pero casi todos tenían una misma forma de actuar y un lugar de procedencia: la costa alicantina y la vecina isla de Mallorca. Esto es lo que ha podido evidenciar la práctica policial tras la resolución de distintos casos después de que pudieran abortarse oleadas de robos en zonas concretas en las que la mayor parte de las víctimas eran turistas, las personas más fáciles de engañar por la escasa información que disponían sobre el «lazo libanés». Los responsables del «lazo libanés» solían operar en parejas o con el apoyo de una tercera persona.
Intentaban no permanecer mucho tiempo en los lugares donde operaban y se desplazaban con coches de alquiler cuyos servicios contrataban en la Península para que fuera más difícil localizarles. Sobre el terreno se les puede calificar delincuentes de «guante blanco». Van bien vestidos, suelen hablar ingles, e incluso castellano, con fluidez, y hacen galas de exquisita educación a la hora de convencer a sus víctimas.
Las zonas de turistas, como Platja d'en Bossa y Cala de Bou, han sido las más castigadas por estos grupos. La mayor parte de los robos de tarjetas se ejecutaron con dos sistemas que perseguían ganarse la confianza de la víctima y conocer el número secreto (PIN) de la tarjeta. Una vez que ésta quedaba atrapada, convenientemente manipulado el cajero, el «gancho» se prestaba a ayudar al turista para intentar recuperar el plástico. Obtenía el PIN de la tarjeta diciéndole que marcara dos cifras anteriores al número secreto. Por supuesto, el ladrón se fijaba en las últimas cifras. O bien, el grupo se enteraba del PIN facilitándole a la víctima un servicio telefónico de anulación. Al otro lado del teléfono, quien había verdaderamente era un miembro de la banda que luego recuperaba la tarjeta.