P.T./J.J.M.
El punto desde el que Antonio Navarro El Antón cayó al vacío
amaneció la mañana de ayer precintado por el Cuerpo Nacional de
Policía, que investiga en el mismo lugar de los hechos los factores
que rodean lo que todo señala como un asesinato con un móvil no
claro más que de un accidente. De hecho, ayer mismo se realizaban
indagaciones contra un sospechoso claro del que en las horas
siguientes se esperaba formalizar su detención.
La víctima, que no podía levantarse de su silla de ruedas debido a una enfermedad degenerativa que al parecer también sufre parte de su familia, apareció muerta sobre las once de la noche tras despeñarse desde unos quince metros de altura. Junto al cuerpo sin vida se encontró su silla de ruedas. La zona en la que apareció el cadáver, unido a que en dicho lugar el acceso es difícil para un discapacitado debido a un quitamiedos situado entre la carretera y el barranco, hacen sospechar que lo ocurrido en la noche del pasado miércoles no fue un accidente. Además, ha trascendido que Antonio Navarro estaba en ese momento acompañado de al menos una persona, un varón.
La policía estaba ayer mismo pendiente del resultado de la autopsia para tener datos que podrían ser resolutivos. En un principio, sin embargo, no se hallaron signos de violencia anteriores que hicieran pensar que El Antón llegó ya muerto o muy desfallecido al lugar desde donde cayó o sufriera durante este intervalo algún tipo de agresión.
La víctima nació en Granada hace 48 años y se le podía ver frecuentemente en la zona de Vara de Rey, en muchas ocasiones junto al hotel Montesol y en otras cerca de la librería, donde pedía limosna. Para llegar hasta el céntrico paseo de la ciudad de Eivissa, Navarro contaba con la ayuda de dos jóvenes, un chico y una chica, que últimamente parecían alternar entre ellos dicha tarea. En ciertos sectores se relacionaba a la víctima con alguno de los clanes dedicados al tráfico de sustancias estupefacientes que operan desde sa Penya. Precisamente, la noticia de la muerte de El Antón corrió como un reguero de pólvora por las callejuelas del barrio, formándose corrillos de vecinos que comentaban lo ocurrido.
Ahora la investigación policial tratará de concretar cómo y con quién llegó la víctima hasta el borde mismo del acantilado en una acción criminal que, de confirmarse todo los indicios, se cree claramente premeditada. Este periódico ha podido saber también que Antonio Navarro cobraba una pensión de invalidez debido a su enfermedad y que siempre llevaba dinero encima, pero en el momento en el que su cadáver fue recuperado al pie del acantilado pudo comprobarse que no llevaba nada de dinero en ninguno de sus bolsillos.