Un indicio más de cargo se ha sumado a la investigación que motivó el ingreso en prisión preventiva de F.M.M., el joven que fue detenido por la policía el pasado mes de abril tras morir despeñado en el acantilado de s'Illa Plana un vecino de sa Penya. El juzgado ha recibido con resultado positivo el informe de unas pruebas de ADN que se pidieron después de que el juez considerara oportuno practicar este análisis con muestras capilares que se hallaron en las manos del difunto.
Esta muerte -según las pesquisas policiales- se produjo después de que la víctima, minusválida, fuera arrojada al vacío junto con su silla de ruedas. El móvil de todo ello -siempre según la hipótesis barajada por la investigación- fue el robo. La prueba de ADN que se pidió en su día confirma la relación de la víctima y el fallecido y viene también a apoyar la tesis policial de que ambos estuvieron juntos antes de producirse el crimen.
Antonio Navarro «El Antón» murió al caer desde más de 15 metros de altura. Pero para ello tuvo que ser ayudado u obligado, por su imposibilidad de andar, a rebasar un quitamiedo que separaba la carretera del lugar en que un pescador lo vio precipitarse sobre las once de la noche del pasado 24 de abril. La policía cree que ello tuvo que motivar necesariamente una forcejeo entre el homicida y la víctima.
La inspección ocular realizada en la parte superior del acantilado no reveló ninguna prueba consistente. Sin embargo, los agentes de la unidad científica del Cuerpo Nacional de Policía sí hallaron restos capilares en las manos de Antonio Navarro. El juzgado, por ello, y dentro de las investigaciones que suelen realizarse en estos casos, encargó una prueba genética después de que el propio sospechoso, previamente, no hubiera tenido ningún reparo en facilitar uno de sus pelos como muestra para el análisis.