Los occidentales, tailandeses y otros asiáticos buscan en el laberinto de hospitales, tanatorios y centros de asistencia a los familiares y amigos desaparecidos tras el maremoto que asoló los destinos turísticos del suroeste de Tailandia. Las fotografías de los desaparecidos y los mensajes en los que se ruega cualquier información sobre los seres queridos inundan los tablones de anuncios colocados en todos lugares en los que hay que buscarlos.
Abundan las de los niños buscados por sus padres, las hay de padres a quienes sus hijos intentar localizar, de novias, amigos, maridos, esposas y de compañeros de trabajo. Incluidas entre todas esas miles de fotografías en color o en blanco y negro están también las de al menos cuatro españoles sobre los que nada se sabe desde el 26 diciembre. «Miro en todos lados, busco en todo lados, pero no encuentro a mi madre, esto es un laberinto», explica Lars Bruissmas, un holandés de 31 años, que tiene los ojos enrojecidos a causa del cansancio y la falta de sueño.
Pero también en esos mismos tablones de anuncios hay otras miles de fotografías desagradables y grotescas, las tomadas a los muertos, por lo general ahogados, y desfigurados hasta hacer casi imposible que puedan ser identificados. Una semana después de la tragedia, existen pocas esperanzas de encontrar con vida a los desaparecidos en cualquiera de estas seis provincias que integran una de las zonas de Asia más visitadas por los turistas, especialmente los europeos.
Cuando ocurrió el maremoto, se estima había cerca de un millón de turistas extranjeros en Tailandia, y una gran parte de ellos se encontraban en el suroeste del país disfrutando del sol y de las playas. Hasta el momento, las autoridades de Tailandia sitúan en casi 5.000 la cifra de víctimas mortales, y en torno a 7.000 la de desaparecidos, pese a que admiten desconocer el numero de personas que estaban registradas en los establecimientos hoteleros destruidos, y cuántas se hallaban en esa área sin tener constancia.
Los equipos de forenses de Tailandia y los de otras 19 naciones trabajan de manera frenética en los templos budistas convertidos, en tanatorios temporales.