J. M. ALONSO / I. MUÑOZ
Dos de los cinco españoles que están hospitalizados en Cerdeña a
causa de las heridas sufridas el pasado lunes en el crucero «Grand
Voyager» son las ibicencas Antonia Prats, de 59 años, que padece
una rotura de peroné, y Carmen Serra, de la misma edad, que sufrió
un conato de infarto al corazón. El esposo de Antoni Prats, Ramón
Miró, llegó anoche al hospital Marino de Cagliari, la capital
sarda, donde hoy está previsto que su esposa pase por el quirófano.
Acompañando a Prats y Serra se han quedado en Cerdeña dos de sus
compañeras de viaje: Nieves Serra, hermana de Carmen, y Silvia
Guijarro, ibicenca residente en Palma.
Junto a estas cuatro mujeres, en el «Grand Voyager» viajaban otras cuatro ibicencas, que resultaron ilesas y que ayer fueron repatriadas a Barcelona por aviones que la consignataria del gran crucero, Iberojet, fletó para la oacasión y por la noche llegaron a Eivissa. Se trata de Isabel Marí y Rafaela Ruiz Oliver, de Can Bassó y que son cuñadas, y de Alicia Lorenzo y Eulalia Planells, ambas de Santa Eulària. Antonia Prats y Carmen Serra están ingresadas en el hospital Marino de Cagliari y se espera que a finales de esta misma semana regresen a Eivissa. Maite Savater, residente en la isla, y sus dos nietas, también estaban en el barco y resultaron ilesas.
Este crucero zarpó el lunes de Túnez con destino a Barcelona. A 65 millas de Menorca, vientos fuertes y olas de más de diez metros causaron una avería en los motores y dejaron al «Grand Voyager» a la deriva, que tuvo que emitir un S.O.S. En las imágenes aéreas se observaba al mar jugar con este gran barco de 180 metros de eslora como si fuera una cáscara de nuez. Dos remolcadores partieron en su ayuda, pero antes de que llegaran al punto en el que zozobraba el «Grand Voyager», la tripulación logró arracar dos motores y puso rumbo a Cerdeña, donde llegó ayer por la mañana. Decenas de personas de las casi 800 que viajaban en este barco resultaron heridas leves a consecuencia de los impactos que sufrieron al golpearse contra las paredes del barco y por objetos que caían a causa de los bruscos movimientos de mar. Una de los cuestiones más preguntadas ayer era por qué los responsables del barco decidieron zarpar de Túnez cuando las previsiones meteorológicas eran tan preocupantes. De hecho, algunos pasajeros ya han anunciado su intención de denunciar al capitán por negligencia. Al parecer, el problema surgió cuando una gran ola llegó a entrar en el puente de mando del barco, construido en 2000, e inulizó el control de los motores.
Los más de 400 pasajeros de este crucero estuvieron en todo momento en una sala sin posibilidad de ir cada uno a su camarote, sólo para ir a buscar las maletas una vez estaban cerca de Cagliari, según la hermana de una española que estuvo en el barco.