Hoy se cumple una década del asesinato de Mónica Juan Roig y el caso continúa abierto, al menos para la familia de esta joven ibicenca que murió con 19 años. Habla su hermano: «No estoy satisfecho con la Justicia, porque el caso se llevó muy mal. Podría decir muchas cosas sobre todo esto, pero prefiero no decir nada y pensar que es imposible saber lo que pasó». Según la periodista y escritora especializada en sucesos Cristina Amanda Tur, CAT, este caso «es una espina clavada en el orgullo policial» de la isla. Mónica Juan desapareció el 9 de diciembre de 1995. Fue vista por última vez en la Plaza del Cañón de Santa Eulària y su cuerpo degollado fue encontrado la tarde de Nochevieja bajo un olivo cerca de Jesús. En su libro Grandes Crímenes en Ibiza y Formentera, CAT describe algunos de los pasos de la desastrosa investigación e instrucción de este caso, que pasó de mano en mano como una patata caliente hasta acabar en el cajón del fracaso. Existen muchas negligencias graves en este caso, tanto policiales como judiciales, pero hay una que destaca por encima del resto: inexplicablemente, al poco de descubrir el cuerpo, alguien quemó las ropas de Mónica Juan. No se sabe quién lo quemó o si alguien dio la orden, pero tampoco se tienen sospechas de que se hiciera con mala intención, probablemente fuera una simple negligencia. Se consideraron varios sospechosos, pero por encima de todos los demás los indicios apuntaron a un agente de la Policía Local de Eivissa que dijo ser su novio secreto desde hacía cinco años.
La Justicia nunca encontró evidencias concluyentes contra este policía a quien la sociedad de la isla condenó sin contemplaciones. El policía pasó muchas horas con el hermano de Mónica Juan la noche en que ésta fue asesinada, si bien hay un intervalo de tiempo en el que ambos se separaron.
Lo único que los investigadores consiguieron asegurar es que la joven conocía a su asesino, que la noche del 9 de diciembre discutió con él y que éste la mató, casi seguro, al sentirse despechado. La familia de la joven tuvo que soportar la inutilidad de la Justicia. Cuando aún no había pasado un año, la juez instructora ordenó el sobreseimiento del caso. Los magistrado de la Audiencia Provincial tuvieron que llamar la atención a los Juzgados de Eivissa. En Mallorca no entendían que se cerrara el caso sin al menos intentar llegar al fondo de este asunto. La Audiencia aludió a unas sospechas «en cualquier caso fundadamente reveladoras de diversas líneas de investigación, no excluyentes entre sí, que merece la pena no ya agotar, sino empezar a trabajar en ellas, máxime en la medida que las parquísimas diligencias judiciales practicadas han revelado unos datos objetivos científicos no contrastados luego, se ignora por qué razones. En este momento procesal, no puede la sala constatar todavía fracaso alguno en las diligencias de investigación, por la orfandad misma de éstas».