Dos detenidos, cuatro contenedores convertidos en cenizas, lanzamientos de piedras, cócteles molotov, botes de humo e incluso fuegos artificiales. Este puede ser el resumen de dos horas de disturbios en el poblado de Son Banya. Unos altercados que contaron con testigos de excepción: el fiscal jefe del TSJB, Tomeu Barceló; el jefe superior del CNP, Tomeu Campaner, y el fiscal Pedro Horrach.
La tercera fase de la «operación Cerco» se inició a las 21.00 horas, cuando efectivos de la Brigada de Seguridad Ciudadana del CNP montaron controles en los tres puntos de acceso a Son Banya. Paralelamente, efectivos de la UPR y agentes de paisano fueron tomando posiciones cerca del poblado. Toda la operación estuvo dirigida por el comisario Alfonso Jiménez.
A diferencia de la semana anterior, en esta se planteó la cuestión estratégica casi como una «batalla». Policías de paisano tomaron posiciones dentro del colegio y agentes antidisturbios en los laterales del mismo. Esta zona era la misma desde la que la semana anterior se lanzaron cócteles molotov y enormes piedras a un almacén de 2.200 coches, causando daños por valor de 180.000 euros. Con esta prioridad, más de 30 agentes se aseguraron esta «plaza» para poder avanzar luego con mayor facilidad por campo abierto.
Esta situación provocó que la treintena de jóvenes que se estaban organizando para enfrentarse a la policía tuvieran que quedarse a la entrada del poblado, donde comienzan las viviendas.
Desde la lejanía se les podía contemplar alrededor de una hoguera, lanzando de vez en cuando piedras y fuegos artificiales hacia los policías. Siguiendo la costumbre nacional, los incidentes eran más bien dispersos a esa hora porque en la tele daban varios partidos de fútbol. Sólo cuando se dieron los pitidos finales comenzó la «guerra».
Alrededor de la medianoche, la treintena de jóvenes se fueron desplazando hacia la entrada del poblado, al borde de la carretera. Insultos, gritos, algunos vivas a la cocaína, a ETA y a Batasuna y, en un par de ocasiones, una referencia a nosotros: «no tenemos nada contra los periodistas, es contra vosotros, hijos de...»
A medida que los insultos subían de tono, los alborotadores iban ganando metros. En un momento dado, juntaron cuatro contenedores de basura, les prendieron fuego y los pusieron de parapeto en el centro de la carretera. Al principio eran tímidas llamas, pero a medida que iban en aumento se podían ver las fantasmagóricas caras de los insurrectos, cubiertos por capuchas mientras lanzaban piedras. Al mismo tiempo, otros jóvenes destrozaban las cristaleras del colegio.