El fiscal mantuvo ayer los tres años de cárcel que se piden para el vecino ecuatoriano de la Marina que perdió a dos de sus hijos, de dos y tres años, en la tarde del 15 de noviembre de 2008 al ausentarse de su casa y producirse un incendio en la habitación donde descansaban los dos pequeños.
El ministerio público, al concluir el juicio que se celebró ayer por este suceso, consideró que dicha persona cometió un doble delito de homicidio imprudente porque «no se puede dejar a dos niños de tan corta edad solos en un domicilio ni siquiera cerciorarse si la madre había llegado». «Fue faltar a las más elementales medidas de cuidado», añadió el fiscal en sus conclusiones finales.
J.C.A., padre de los dos pequeños, una persona que en ese momento se hallaba desempleada y que corría a cargo del cuidado de los dos pequeños, ratificó ayer en la vista oral que, poco antes de las cuatro y media de la tarde, abandonó la casa con la única intención de cambiar el estacionamiento de su furgoneta y comprar pan pero que su ausencia se prolongó por una hora después de que se fuera a Can Misses para hacer una gestión ante la posibilidad de que surgiera un trabajo.
«Pensé que mi mujer llegaría de su trabajo a la casa, como siempre, a las cuatro y media de la tarde. Ella nunca llegaba tarde. Nunca imaginé que pudiera ocurrir algo así», afirmó J.C.A. con lágrimas en los ojos ante la titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Eivissa, la magistrada Clara Ramírez de Arellano, tras reocnocer que no se molestó en llamar a su esposa por si no estaba en el hogar.
Llamada
«Un amigo me llamó diciendo que había pasado algo, que se quemaba la casa. Al llegar, ni siquiera me dejaron entrar», se lamentó el afectado.
Pero su mujer se retrasó esa tarde y un falló en un enchufe provocó la tragedia en el número 31 de la calle d'Enmig, lugar donde los dos niños veían la televisión tumbados en una cama.
«Él nunca dejaba a los niños solos. Era un padre responsable y siempre estaba pendiente de ellos. Siempre que llegaba estaba él con ellos», declaró la madre quien, al parecer, ese día se demoró de su horario habitual al ir a hacer unas compras.
«Lo que está claro es que fue un desgraciado accidente y que no hubo ninguna temeridad previsible. No se puede calificar lo ocurrido de delito porque no hubo absoluto desprecio a la medidas de cuidado. En todo caso, fue una imprudencia leve», destacó la defensa del acusado.
Una casa cubierta por completo de un humo negro y espeso
Nadie pudo auxiliar a los dos pequeños, que refugiados bajo un colchón terminaron por perder el conocimiento al inhalar el monóxido de carbono. «Ni siquiera la madre, en estado de shock, sabía donde estaban sus hijos. Intentamos entrar. Nos mareamos un par de veces. Fuimos a por las máscaras pero no es un equipo autónomo. Nos rodeó enseguida un humo negro y espeso. Si entramos, no salimos», explicaron los agentes de la Policía Local que llegaron primero al piso. «Quedé muy afectado. Estuve durante una hora intentado reanimar al niño», indicó en el juicio uno de estos policías.