Cinco años y medio de cárcel de los siete que pedía el fiscal. Ésta es la pena a la que han sido condenados los tres hermanos valencianos, todos ellos con múltiples antecedentes, que fueron detenidos por la Guardia Civil por el violento asalto a mano armada que sufrió en octubre del año pasado un matrimonio alemán en su domicilio de Cala Llonga.
Las dos víctimas fueron amordazas e intimidadas con un cuchillo y con una pistola. Los ladrones, que irrumpieron encapuchados en la vivienda, huyeron con un botín de 6.500 euros, joyas y con el coche de la pareja. La Guardia Civil los apresó en el puerto de Eivissa cuando se disponían a regresar a Valencia.
Confesión
El día del juicio sólo uno de ellos, un hombre que trabajó de jardinero para los afectados y al que se le presume la planificación del robo, negó su participación en el robo. Los otros dos hermano, sin embargo, lo incriminaron.
La sentencia, dictada por la titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Eivissa, la magistrada Clara Ramírez de Arellano, no aplica como atenuante la posibilidad de que éstos perpetraran el robo bebidos o drogados, adicciones que confesaron tener dos de los tres acusados. Al respecto, la magistrada valora que no existe causalidad directa entre dichas adiciones y el asalto a la casa.
La juez impone cuatro años y medio de cárcel por el robo con violencia que se les imputaba y otro años más por tenencia ilícita de armas. La Guardia Civil requisó en el puerto al principal sospechoso, el hombre que se declaró inocente, una bolsa de plástico con una pistola semiautomática 'Firestar', de calibre 9 mm parabellum, con una bala en el cargador, que dicha persona ocultaba junto a su pelvis y por debajo del pantalón.
El robo se cometió poco antes del mediodía del 19 de octubre cuando la propietaria de la casa se disponía a salir. Según confesó la víctima, fue en ese momento cuando una mujer la abordó con un cuchillo y la obligo a regresar a la vivienda y a tirarse en el suelo. Momentos después llegó el marido. Uno de los asaltantes lo encañonó con la pistola y lo golpeó en la nuca con el hierro hasta que éste aceptó doblegarse a todas las pretensiones de los ladrones. La mujer, pese a la capucha del criminal, lo reconoció como su antiguo jardinero.