En el que ya se considera el peor incendio de la historia de las Pitiüses hay un grupo de personas que tiene el trabajo más difícil. Las brigadas del Ibanat suelen tener el papel protagonista en los fuegos que se declaran en esta Isla, pero las circunstancias de éste están haciendo que su labor sea más complicada e inusual que nunca.
Pasado el mediodía un grupo de unos 25 efectivos recibe la orden de apostarse en un camino apartado del valle de Morna para esperar al fuego. Se trata de la brigada 4, con varios refuerzos de otras unidades.
Su misión es evitar que el fuego -que se espera que baje la ladera hacia el camino- salte el vial y empiece a quemar en la ladera de enfrente. La razón es que, de ser así, el fuego tendría vía libre hacia la zona de Aigües Blanques. Y entonces el único límite sería el mar.
Empiezan por desplegar una serie de mangueras a lo largo del camino, cubriendo unos 300 metros. Una vez conectadas a la tanqueta (camión moto-bomba) toca esperar. Primero esperan a que les llegue el agua. Un camión cuba de transportes Bufí aparece y vierte litros de agua en un curioso depósito de lona que usan las brigadas para abastecer las líneas (mangueras).
Todo está dispuesto. Los hombres de reparten cada 20 o 30 metros vigilando ambos lados del camino esperando ver el fuego.
Alarma
Hora y media después salta la alarma. Unos 75 metros más abajo de la tanqueta solicitan atención. Cuando llegan los compañeros lo que ven es una de las peores noticias posibles. El fuego ha saltado el camino. De alguna forma, una pavesa o similar ha volado algo más de 600 metros hasta prender en lo alto de ladera que se debe proteger.
En primera instancia la reacción de los técnicos es reclamar apoyo aéreo. Sin embargo, la dificultad de los pilotos para localizar el lugar exacto acaba por descartar esta opción. Es cuando se decide abrir una línea desde el camino hacia la ladera para llevar agua. Mientras unos ocho hombres se adentran en la maleza, llega un bulldozer. Le reclaman para que abra un cortafuegos en el camino que han tomado los hombres. Tras evaluar la situación los conductores deciden descartar la idea. El terreno es demasiado abrupto para las cadenas de la máquina.
Con agua y con una motosierra, para cortar maleza, se controla un conato que resultó menos importante.
Una hora más tarde, la tranquilidad vuelve a verse interrumpida por otro conato -éste en el lado esperado- que se controla con rapidez. La ayuda de los Canadair, desde una media hora antes, está frenando el esperado avance del fuego hacia el camino. Sin embargo, los constantes cambios del viento hacen impredecible la evolución.
Mientras tanto, el camión cuba ha subido y bajado un par de veces más y también han recibido otra visita del encargado de traer la comida.
A las cuatro y media algunos de los miembros del dispositivo se sienta al borde del camino para comer algo. Unos bocadillos, sin mucha sustancia, algo de fruta, botellas de agua y latas de Aquarius son su avituallamiento.
El descanso dura poco. Con el bocadillo o la fruta en la mano se levantan algunos para volver al mismo conato de antes. Se resiste. Los Canadair, en fila, como una bandada de patos, hacen varias pasadas más. Son las cinco y media y el frente parece frenado. La brigada cuatro deberá seguir esperando hasta que se haga de noche. Y mañana otra vez.