Muchas cosas se pueden aprender de la muerte del joven camarero Abel Ureña Zafra a manos del portugués Paulo César Baptista, que lo mató de un único puñetazo, pero una de ellas es la importancia de las redes sociales. Una vez que se publicó la fotografía del sospechoso, la imagen corrió como la pólvora por facebook y Twitter y los comentarios en la página web de este diario fueron en muchas ocasiones, además de críticos y erróneos en algunos casos, certeros.
Los lectores. Fueron los lectores los primeros en sacar a la luz que el portero que llegó a España con el nombre de Jose Sousa Pereira era, en realidad, otra persona que estaba buscada por delitos anteriores. También fueron los lectores los primeros en decir que ese hombre había salido de la isla aprovechando las horas de oro que se le brindaron y que su Hummer estaba aparcado en el aeropuerto.
Difusión. También fueron los lectores, gracias a la difusión de la imagen del sospechoso a través de la red, los primeros en decir que ese hombre estaba buscado por otros delitos.
En Portugal. Por fin la imagen cruzó la frontera portuguesa y a partir de ese momento comenzó a salir toda la verdad. Paulo César Baptista es también prófugo de Portugal desde 2009, donde recibió una condena mínima de seis años y tres meses de cárcel por sus actividades con la denominada `Mafia da Noite', dedicada a negocios relacionados con el proxenetismo.
La verdad oficial. La mayor parte de los datos oficiales que ahora conocemos relativos a este preocupante caso se leyeren antes en las redes sociales, así que analizando esta circunstancia es fácil comprender la tremenda importancia de las redes sociales y por qué motivo son acérrimas enemigas de las tiranías y de todo el que pretende controlar la información a su antojo. Es fácil entender, en resumen, por qué países como China mantienen una férrea prohibición sobre redes como facebook y Twitter: tarde o temprano, de forma más enredada o más clara, la gente acaba dando en el clavo.