Todas las profesiones tienen lo suyo. No pretendamos ponernos en el lugar de un obrero de la construcción colgado en un andamio a media tarde, en agosto o en enero. Ni pensemos en el olor que soportan las personas que recogen nuestra basura, por señalar dos ejemplos. Sin embargo, este año sí debemos ponernos en el lugar de los porteros de discoteca, o de los hamaqueros de locales de baile de playa, es decir, los llamados controladores de acceso y vigilantes de seguridad del gremio de la industria del ocio, tan desarrollado en esta Isla.
De cara al público. Es fácil imaginar lo que tienen que aguantar tanto los porteros como los miembros de los equipos de seguridad de los clubes. Además de los clientes que podríamos llamar 'normales', están los graciosos, los pesados, los que van de 'no sabe usted con quién está hablando', los borrachos, los 'encocados', los 'empastillados'... Es casi seguro que, en el mundo de la noche, entre clientelas tan abundantes, por fuerza tiene que haber un buen porcentaje de estúpidos e indeseables. Es lo que tiene ser portero de noche o miembro de equipo de seguridad de discoteca. Cada uno, su cruz, y para eso nos pagan.
Paciencia. A los porteros hay que recordarles este año con especial énfasis que no les queda otro remedio que aguantar, porque así es su trabajo. De la misma manera que al obrero de la construcción le agobia el calor, a los porteros les agobian los pesados, y son los gajes de sus respectivos oficios, pero en ningún momento, ni por un solo segundo, deben olvidar que trabajan de cara al público y que por encima de todo deben demostrar buena educación, y si alguno de estos pesados sobrepasa los límites de lo tolerable, tienen que tener clarísimo que no tienen ninguna potestad para agredir a alguien y que lo que tienen que hacer es llamar al Cuerpo Nacional de Policía o a la Guardia Civil, que son los únicos que tienen derecho a tomar, si es necesario, medidas violentas.
Muchas quejas. A raíz de lo ocurrido en Ushuaïa y otros locales mucha gente está recordando episodios desagradables ocurridos no ya solo con porteros, sino incluso con camarer@s que lucen una soberbia desmedida. No es el momento de recordar ejemplos, que llenarían varias páginas y algunos dolerían mucho, pero sí de recordar a estos profesionales en qué consisten los gajes de su oficio.