J.J.M.
Un juzgado de lo Penal de Eivissa resolverá en los próximos días si un hombre maltrató a su mujer durante años hasta que, con motivo de una supuesta nueva relación, terminó ingresándola en la residencia de Can Blai para deshacerse de ella aprovechando los trastornos mentales que ya sufría y que, una vez obtenida la incapacidad, él tenía la tutela sobre ésta.
Desde el propio centro se denunció la situación de anulación en la que había llegado la víctima y sus sospechas de maltrato. El fiscal, que en un principio no acusaba, terminó ayer, tras el juicio, variando su calificación y pidiendo, como el abogado de la afectada, una condena de tres años de prisión. La anterior postura de la Fiscalía se apoyaba en un informe pericial de la psicóloga del juzgado que dejaba abierta la puerta a que del testimonio de la afectada se derivaran «equívocos y contradicciones» al habérsele diagnosticado en su día un trastorno bipolar con síndrome demencial progresivo. La psicóloga de la residencia, sin embargo, aseguró ayer en la vista oral que la paciente no sufría alteraciones cognitivas.
En el relato de hechos, figuran encierros, imposibilidad de dejarla beber agua para evitar que miccionara, continuos desprecios e insultos, sometimiento a la ropa que debía llevar, una lesión de oído por una supuesta agresión y la sospecha velada de que el hombre se quedó con cerca de 70.000 euros que la víctima había ahorrado, circunstancia por la que también se pleitea.
El sospechoso, que en el banquillo negó haber maltratado a la mujer con la que convivió durante más de 30 años, afirmó que todo es una venganza del centro, apoyado por los desvaríos de su esposa, después de que él se enfrentara a los responsables de la residencia al negarse a abonar el importe de la totalidad de las cuotas que le pedían por considerarlas desmedidas. La mujer, sin más familia en la Isla que su marido, ingresó en la residencia en septiembre de 2007. Los trabajadores sociales del centro, médicos y psicólogos fueron reuniendo poco a poco información sobre la interna que les llevó a acudir al juzgado y a pedir una orden de protección que impidiera al sospechoso acercarse a ella. Los especialistas coincidieron en afirmar que la residencia cambió para bien la vida de la mujer.
Encerrada y sin agua
«Me quitó todo y se lo dio a ella, incluso se llevó el televisor que tenía en la habitación de la residencia», explicó ayer la mujer ante la juez Martina Rodríguez, titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa. A ella siguieron muchas otras afirmaciones. «Me rompió el tímpano por pedirle un cigarro, me dejaba encerrada cuando estábamos en casa porque decía que yo era como los animales y la perrita tenía más derecho que yo a pasear. También me dejaba sin agua porque, según él, yo era una meona y siempre que cruzábamos la calle me decía que pasara por el paso de cebra y que ojalá me atropellara para que él cobrara».