Martín Candioti es el apicultor acusado y absuelto finalmente por el Tribunal Supremo por el incendio de Morna que quemó más de 1.500 hectáreas en el norte de Eivissa. Asegura que hay un antes y un después en su vida y que es víctima de una situación política y de unos recortes que fueron los que realmente provocaron el desastre en el norte de la isla. Ahora lo único que quiere es pasar página y poner todas sus fuerzas en otra lucha mucho más dura: el cáncer.
—¿Qué pasó aquel día?
—Fui a visitar una colmena trampa, no me llevó ni 20 minutos. Abrí la caja, trabajé con el ahumador y me retiré tranquilo porque no había indicios de fuego ni nada. Llevo 12 años trabajando como apicultor y los ahumadores no sueltan chispas. Luego, cuando se inició, un helicóptero lo complicó todo porque con las hélices tiró el fuego hacia arriba, si hubiera sido un avión pequeño no hubiera pasado nada.
—¿Cómo lo detuvieron?
—Yo venía de un examen de inglés y la Guardia Civil preguntó por el apicultor porque había una colmena quemada y yo me presenté. Fuimos al cuartel de Can Cifre a que me tomaran declaración y de allí ya no salí. Estuve dos días en el calabozo y luego un año en prisión preventiva. Yo fui el cabeza de turco, que es lo que los políticos necesitaban en ese momento.
—¿Cómo se sintió?
—Tras los interrogatorios me creí que yo había provocado el incendio, ellos me convencieron y yo me quise cortar las venas.
—¿Cómo fue su entrada en prisión?
—En un manto de lágrimas. La primera semana estaba fatal, no comía nada. El ruido constante de los aviones contraincendios Canadair que pasaban por encima de la cárcel me atormentaban. No fue hasta el quinto día que el incendio ya llegó al mar y empezó a llover cuando empecé a sentirme mejor.
—¿Lo que le preocupaba entonces era el incendio y no el hecho de estar preso?
—Claro, yo soy un hombre que ama la naturaleza, el bosque, soy apicultor y jardinero y me hicieron creer que fui yo el causante cuando en realidad fue una negligencia política provocada por los recortes, los medios contraincendios llegaron a las 16,00 horas cuando a las 12,00 horas ya dieron la alarma. Durante el interrogatorio los agentes no paraban de recibir llamadas y salían fuera a contestarlas. Fui directamente del calabozo a prisión.
—¿Cómo fue su paso por la cárcel?
—Bueno, a los tres meses se dieron cuenta de que yo no era un criminal, me sacaron de los patios, y como me gusta mucho la literatura me encargué de la biblioteca, empecé una base de datos con 6.000 libros, aunque los presos siempre me pedían los mismos, sobre drogas y asesinatos. Como sabía idiomas hacía de traductor entre los presos y los funcionarios. Por las noches estuve como interno de apoyo para los presos que entraban nuevos y corregía la revista de la prisión. Por todo ello cobraba unos 200 euros al mes.
—¿Porqué le apartaron de los patios, qué ocurre allí?
—En el patio pasa de todo, desde pastillas, peleas, rollos... Los presos que hay allí son inconscientes, gente criminal y suceden muchos atropellos por tabaco o por cualquier tontería. Imagínate 150 machos sin follar en todo el día, es como una olla a presión.
—¿Cómo eran las celdas y la comida?
—Yo compartía una celda con un pequeño baño con dos o tres presos. Si querías tele en la celda podías comprarla o alquilarla a otros internos. Por una semana te pedían a cambio siete latas de atún o dos paquetes de tabaco. La comida era bastante buena, yo comía vegetariano con pescado por prescripción médica. Tengo que decir que los funcionarios se portaron fantásticos conmigo.
—Saliste de prisión y entonces te diagnosticaron cáncer...
—Dicen que tras una experiencia traumática puedes desarrollar una enfermedad, no digo que sea ciertamente eso pero podría estar relacionado, el estado de ánimo es muy importante para las defensas.
—Tuviste mucho apoyo fuera...
—Tuve un gran apoyo popular, cada semana me venían a ver mis amigos, había lista de espera para venir a visitarme a prisión. Incluso, cuando me permitieron salir bajo fianza (tras pedirlo cuatro veces), una amiga me dio la posibilidad de salir con un contrato de trabajo.
—¿Y ahora qué?
—Tengo ganas de ser útil otra vez pero el cáncer no me deja. Lo primero que haré cuando mejore será ir a ver a mi madre a Argentina, y tengo muchas ganas de activarme laboralmente y organizar mi vida otra vez en base a la jardinería y a la apicultura.