De nuestra Sardina Negra de esta semana resulta muy difícil decir algo que aún no se haya publicado en los medios de comunicación ibicencos, baleares, nacionales y hasta, si nos apuran, internacionales. Y es que pocas veces alguien se ha hecho tan conocido a través de su nombre de pila, Joan y el lugar que regenta, en este caso, Ca n'Alfredo, un restaurante emblemático en pleno corazón de la ciudad de Eivissa. Aún así, nosotros, inasequibles al desaliento, nos hemos propuesto dar a conocer el otro lado de este hombre de voz de trueno, planta de galán de cine y sonrisa contagiosa, que es un gran seguidor del Espanyol de Barcelona, de los libros de autoayuda y de la película Pretty Woman.
A nuestro favor hay que decir que Joan puso muchísimo de su parte y nos demostró que se encuentra en plena forma desafiando a las altas temperaturas para llevarnos el lugar donde se bañaba de pequeño, el laguito, un lugar precioso situado al final de la calle Ramón Muntaner de Eivissa. E, incluso, a sus 74 años, aún se atrevió a bajar y subir por el estrecho y sinuoso sendero que lleva hasta las rocas al lado del mar para hacerse unas divertidas fotografías. Y mientras, en el camino de ida y de vuelta, Joan Riera nos regaló decenas de anécdotas, nos explicó su particular forma de entender la vida, pidió perdón públicamente a sus empleados por hablarles alguna vez más alto de lo normal y nos demostró que, como nos habían advertido, es como el Papa, «todo el mundo se detiene a saludarle con una sonrisa». Ah, y luego, al final de la entrevista, descubrimos que sigue siendo manteniendo una gran amistad con sus amigos de la infancia viéndole compartir mil recuerdos en la cafetería Flor y Nata. Pero eso, ya es otra historia.
—Creí que nos iba a citar en su restaurante Ca n'Alfredo, pero nos ha sorprendido. ¿Dónde nos ha llevado?
—(risas) Bueno, hemos intentado salir un poco de lo de siempre. Ya he perdido la cuenta de las veces que me han entrevistado y fotografiado allí así que esta vez he pensado que estaría bien cambiar. Vamos a un lugar que poca gente conoce. Se llama ‘el laguito', está al final de la calle Ramón Muntaner de Eivissa y era el lugar donde me bañaba cuando era pequeño con mi amigos.
—Usted es de Eivissa y siempre ha ido de vilero. Incluso lo pone en su camiseta. ¿Creció por aquí?
—Sí, y a mucha honra. Yo me críe en el barrio de Sa Capelleta, el más entrañable de la ciudad de Eivissa, y de allí guardo magníficos recuerdos. De hecho, aun sigo conservando grandes amigos de mi infancia con los que íbamos a nadar hasta una roca que llamábamos ‘la seca' porque nunca llegaba el agua a taparla.
—Me imagino que la ciudad habrá cambiado mucho.
—Pues imagínese. Yo nací en ese barrio hace 74 años y aún recuerdo como si fuera ayer como la gente sacaba las sillas a la puerta de su calle para charlar y tomar el fresco y como, nosotros, los niños, jugábamos al fútbol con un balón de trapo en la calle Vía Romana. E, incluso, las hogueras que se hacían en la calle en la nit de Sant Joan con todo tipo de trastos viejos. La pena es que yo, desgraciadamente, viví poco mi adolescencia porque a los 15 años ya estaba trabajando.
—Usted es el vivo ejemplo de toda una vida dedicada a un negocio familiar, en este caso el restaurante Ca n'Alfredo.
—La verdad que sí. Yo empecé a trabajar muy pronto porque era muy mal estudiante. Suspendí dos veces la revalida de cuarto curso y ahora, a pesar de que lo digo con una pequeña sonrisa, en aquel momento me quería tirar por un barranco. Así, que no hubo más remedio que ayudar a la familia y aún recuerdo la vergüenza que pasé el primer día que me puse la chaquetilla blanca y el corbatín para trabajar de camarero (risas).
—Pero no le ha ido nada mal. Su restaurante es todo un referente en Eivissa y a nivel nacional.
—Lo cierto es que sí, no nos podemos quejar. Cogí el restaurante como único responsable en 1972, justo después de casarme, y aunque hemos pasado por algún mal momento, aquí seguimos. Eso sí, si no hubiera sido por mi mujer Catalina, seguramente hubiera acabado por poner otro negocio en el mismo local.
—Menos mal que no lo hizo. Su restaurante, entre otras cosas, es casi un museo con tanta fotografía colgada. ¿Quién le falta?
—(risas). Hombre aún hay gente que no ha venido (risas). Pero bueno sí, tenemos unas cuantas fotografías colgadas.
—En esas fotografías hay mucho futbolista.
—Sí, y de los que merecían la pena (risas). Tenemos fotos de Kubala, Luis Suárez o Cruyff cuando vinieron al restaurante. Y eso si que era difícil de conseguir no como ahora que cualquiera se puede hacer una foto con Messi o Cristiano Ronaldo (risas). Eran otros tiempos, cuando el fútbol no se había vuelto la locura que es ahora.
—La verdad que sí, ahora todo es un negocio. Me han dicho que también es bastante futbolero.
—Sí, pero estoy muy desencantado con el mundo del fútbol y más con lo que hay en Eivissa.
—¿Y eso?
—Por muchas cosas. Por ejemplo, hace un tiempo quisimos hacer resurgir la Sociedad Deportiva Ibiza, pero no nos dejaron porque en esta isla desgraciadamente siempre nos estamos poniendo palos en las ruedas. Era un proyecto de Marc Rahola pero al final le pusieron tantas trabas que desistió. Después, junto a Tolo Darder, intenté ayudar con el Club Deportivo Ibiza, que no debe ni un duro, pero al final se ve que no les interesamos y nos dieron de lado. En fin, que es una pena. Creo que al final hay demasiado equipo con el mismo nombre y todo es un poco desastre. Por eso le digo que estoy un poco desencantado con el fútbol.
—¿Y no le ha picado el gusanillo de ser entrenador?
—(risas). Me hubiera gustado, la verdad. De hecho fui entrenador de un equipo de juveniles aquí en la isla, el Mediterráneo. Además, si le digo la verdad, a veces cuando estoy en el restaurante soy un poco entrenador con mis empleados y gesticulo y hablo un poco más alto de lo que debería. Por eso, desde aquí les pido perdón si en algún momento les he podido ofender. Saben que soy una persona de pronto muy fuerte pero que luego enseguida se me pasa. Les quiero mucho y sin ellos nada podría ser posible.
—Precisamente eso le quería preguntar. ¿Cómo ha conseguido sobrevivir con un local de apenas cien metros cuadrados y nueve mesas ante todo lo que nos llega actualmente?
—(risas). En ocasiones eso también me lo pregunto yo. Pero creo que el secreto está en dos cosas. Ser fiel a la cocina tradicional ibicenca, algo que nos hace distintos a todos esos chiringuitos y restaurante fusión de súper lujo, y en tener buenos productos. Creo que ahí está la clave y por eso llevo años diciendo que el éxito de la isla de Eivissa tiene que pasar por su respeto a las costumbres y a su gastronomía.
—Usted que siempre ha apostado por la cocina tradicional ibicenca, ¿no le duele que una amplia mayoría de los turistas que vienen no sepan que aquí tenemos platos típicos?
—Me duele muchísimo. Es terrible que muchos se piensen que lo tradicional de nuestra isla es lo que se cocina en los beach clubs o en los restaurantes de lujo.
—Teniendo a su mujer y a su madre como cocineras en el restaurante seguro que le será difícil responder a esta pregunta pero ¿con qué plato de nuestra gastronomía se queda?
—(risas). Hombre me pones en un apuro pero creo que un buen sofrit pagès está por encima de cualquier cosa. Y sino, y como para el verano es un plato bastante potente, también te diría que para mi un buen guissat de peix es mucho mejor que un bullit de peix.
—Son platos increíbles. Lástima que no haya muchas personas que sepan hacerlo como antaño.
—La verdad que sí. Por eso siempre digo desde Pimeef Restauració que tenemos que apostar por la formación, creando una escuela hostelería como tiene que ser, en la que se puedan aprender las recetas de nuestras madres y abuelas. Esto es algo que no se puede perder y que tenemos que mantener antes de que la isla se nos acabe por ir de las manos a los ibicencos definitivamente.
—La verdad que vamos camino de morir de éxito...
—Desgraciadamente sí. Vivimos una gran saturación a todos los niveles como por ejemplo de beach clubs, lo que toda la vida ha sido un chiringuito. Y al final con todo esto se consigue que los ibicencos no vayamos a las playas porque no soportamos lo que hay. Por ejemplo, a mí no me verás en Ses Salines. Respeto profundamente que se apueste por ese tipo de negocio pero a mí, personalmente, no me gusta que muchas partes de Eivissa ya sean peor que Benidorm o la Malvarrosa.
PEQUEÑA BIOGRAFÍA
Joan Riera, Joan de Ca n'Alfredo, nació en el barrio de Sa Capelleta de la ciudad de Vila hace 74 años.
Desde los quince años trabaja en el restaurante Ca n'Alfredo situado en el Paseo de Vara de Rey. El restaurante lo abrió en 1937 el judío alemán Alfred Hanner y en 1941 fue adquirido por Josep Riera Serra (padre de Joan Riera) y Vicent Prats Cardona. Finalmente, en el año 1972, después de casarse con su mujer Catalina, Joan se convierte en el responsable único del establecimiento.
Actualmente también es presidente de la patronal Pimeef Restauració.