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El alfarero que siempre sonríe

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Lleva más de quince años jubilado pero sigue yendo cada día a su taller de Can Negre para continuar dándole forma a botijos, lámparas y terracotas púnicas que tanta fama le han granjeado. A sus casi 83 años, Toni Marí Frígoles todavía es capaz de girar el torno para, con sus manos, crear belleza de un simple trozo de barro. Un oficio que hoy en día poco tiene que ver con el que él aprendió con apenas nueve años. «Yo quería ser mecánico porque mi padre era taxista y de pequeño pensaba que era lo mismo, pero él me inclinó a que fuera alfarero porque decía que cuando Daifa muriera sólo quedaría yo. Y casi lo acierta», explica Frígoles.

El artista señala que cuando empezó a aprender el oficio le daban cinco pesetas diarias en la teulera de Toni d'en Planes. Un salario que aumentó a ocho pesetas cuando aceptó el ofrecimiento del maestro Joan Daifa para trabajar en su taller de Can Clavos. Un oficio que también pudo seguir practicando cuando realizó el servicio militar gracias a que lo destinaron al cuerpo de artillería en vez de al de infantería y no tuvo que hacer guardias. «Estuve en artillería gracias a Daifa. Además, a Joan Marí Torres, de Can Bessó, que había hecho la mili con mi padre, me preguntó que dónde quería estar y le dije necesitaba trabajar por las tardes así que me puso de estafeta y me dio una bicicleta para que cada mañana fuera a recoger a Vila las cartas de los reclutas y tenía las tardes libres», afirma el veterano alfarero.

Frígoles continúa al pie del cañón y en menos de diez minutos es capaz de sacar un cenicero, una hucha, un florero y un tiesto de un único trozo de barro con un estilo que hace que la alfarería parezca de lo más sencillo. Mentira. Eso sí, ahora el maestro Frígoles suele utilizar el torno eléctrico por culpa de unas molestias en la cadera que le impiden mover la pierna al cien por cien. Sus obras pueden comprarse en la tienda que regenta su hija en la calle Aragón de Vila, muy cerca de la iglesia de Santa Cruz.

Toni habla a las mil maravillas de su maestro Joan Planells Daifa. «Como no tuvo hijos, quería que su oficio no se perdiera y enseñó a cuatro o cinco jóvenes, entre ellos un sobrino suyo para el que construyó el taller de Can Negre, pero de todos ellos sólo trabajo yo».

Frígoles también tuvo mucha relación con el ceramista Antoni Tur Gabrielet, del que en 2017 se cumplen cien años de su nacimiento. «Yo conocí a su padre, que fue secretario del Ayuntamiento de Santa Eulària y a él le he cocido muchas figuras. Fue un gran ceramista pero quizás pintaba más cuadros. En Formentera vivió como un bohemio y en la casa donde vivió tenía una cabra y un cerdo. No sé si saldrá alguien mejor que él», sentencia Toni Marí Ribas.

La estirpe de alfareros Frígoles de momento no tiene continuidad ya que sus dos nietos «prefieren el balón. Uno quiere ser Messi y el otro Cristiano Ronaldo pero sólo llegan a esta categoría uno de cada millón de jugadores», asegura el maestro, que no consiguió convencer al mayor ni ofreciéndole 20 euros diarios para que aprendiera el oficio.

Mientras sigue esperando que la pasión por el barro y la alfarería crezca en alguno de sus nietos, Frígoles seguirá girando el torno hasta que el cuerpo aguante. Y, por suerte, todavía tiene cuerda para mucho rato.

 

EL DETALLE

Tuvo mucha amistad con su homónimo Toni Marí Ribas Portmany

Este maestro alfarero comparte nombre y apellidos con otra figura ibicenca del arte, el pintor Antoni Marí Ribas Portmany. Marí Frígoles explica que en su juventud mantuvo una estrecha amistad con el pintor afincado en Dalt Vila, en cuya casa guardaba multitud de ropa antigua e instrumentos típicos que a su muerte fueron vendidos por sus herederos. «Comprar ropa e instrumentos fue su gran hobby», señala Frígoles. «Nos saludábamos y siempre tomábamos café juntos. Me quiso enseñar a dibujar pero yo tenía unos 18 años y tenía más ganas de irme de juega que aprender a pintar y no pensaba que me fuera a ser útil pero me ayudaría mucho porque ahora vienen arquitectos y los veo cómo dibujan una botella o algún aplique de luz y pienso: Cago'n dena, si jo ho sabés fer...».

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