Jorge Muñoa (Efe) MADRID
La particular
«pretemporada» que el Real Madrid ha puesto en marcha para
recomponer filas ha empezado a dar frutos en el juego de los
blancos, que esperaban al Joventut con la preocupación de romper
una racha de altibajos caseros y acabaron despidiéndole con nuevas
esperanzas de levantar el vuelo en la Liga.
El parqué del Raimundo Saporta recibió a dos equipos absortos en una dinámica muy parecida. Las series por el título marcan la pauta en el Joventut, en línea ascendente desde hace semanas, pero también en el Madrid, que ha decidido convertir la recta final de esta fase en una especie de laboratorio de pruebas para el asalto al campeonato. Esa confluencia de intereses agrandó un partido que nacía amenazado por ausencias de gran peso a ambos lados de la cancha y terminó adornado por la ambiciosa apuesta de los protagonistas. En primer lugar, porque el Real Madrid recuperó a Struelens para reforzar el juego interior y pudo atenuar la falta de Iturbe y Tarlac. En segundo término, porque el Joventut supo paliar el hueco dejado por Tanoka Beard a base de pizarra y esfuerzo colectivo hasta que las fuerzas le abandonaron por completo. El estratosférico Maceo Baston, uno de esos estadounidenses fibrosos que desafían las leyes de la gravedad cada vez que el balón llega a sus manos, permitió que el cuadro badalonés soportase la avalancha interior blanca hasta el descanso.
El ala pívot norteamericano firmó dieciocho puntos con un cien por cien de acierto en tiros de campo durante los dos primeros cuartos. El Joventut neutralizó muchas de sus dificultades gracias a la excelente tarjeta firmada por Baston. Sin embargo, había un par de cuestiones que los verdinegros iban a tener que afrontar antes o después: el desgaste físico provocado por el recorte de sus rotaciones y la sorprendente eficacia del juego interior local. Hacía tiempo que no sucedía, pero el Madrid volvió a mostrarse como un equipo altamente poderoso dentro de la zona.