Enrique Escande OSAKA
Las selecciones de Senegal y Turquía se enfrentan con más ilusión
que presiones en los cuartos de final del Mundial de fútbol,
instancia a la que llegaron superando las más optimistas
previsiones.
El que gane comenzará a tocar el cielo con las manos ya que se asegurará su participación en siete partidos de la competición, el máximo posible, y, al menos, el cuarto puesto de un torneo de 32 equipos, si es que el destino no le tiene preparado algo mejor.
Nunca una selección africana llegó a una semifinal y el único antecedente de los turcos en este tipo de torneos es su eliminación en la primera fase del Mundial que jugaron hace 48 años en Suiza, por lo cual están lejos de sufrir presiones ya que, lo que obtuvieron hasta ahora supone un rédito mucho más que suficiente. Bruno Metsu, seleccionador de Senegal, canceló esta semana una sesión de entrenamiento debido a los síntomas de cansancio físico y mental de sus jugadores por los cuatro partidos jugados, a los desplazamientos entre Corea y Japón y a la ansiedad y el desgaste que causa estar en la cresta de la ola mundial.
La posibilidad de alcanzar las semifinales es un objetivo demasiado seductor como para correr riesgos, por lo que el técnico francés prefirió que sus jugadores se relajaran en pro de la hazaña que espera Africa y que antes de que comenzara el Mundial sólo parecía reservada a Camerún o Nigeria.
Metsu se ha encargado puntillosamente de negar versiones según las cuales algunos de sus jugadores han recurrido a un hechicero u otros ritos mágicos para convocar a la fortuna, aunque admitió que «quizás dos o tres» de ellos puedan ser susceptibles de utilizar ese tipo de prácticas.
Una de las cosas que preocupa a los senegaleses es la firmeza y solidez de la defensa turca, atributo que expuso con generosidad en la primera fase y que fue el pilar de su hazaña en octavos, cuando hizo añicos la ilusión de Japón, uno de los anfitriones del Mundial.