LITUANIA9 | 3 |
ESPAÑA8 | 4 |
LITUANIA (20+20+22+31):Jasikevicius (10), Macijauskas (21), Mindaugas Zukauskas (7), Stombergas (9), Eurelijus Zukauskas (18) -cinco inicial-, Siskauskas (9), Songaila (10), Salenga (-), Lavrinovic (7) y Slanina (2).
ESPAÑA (19+12+17+36):Calderón (5), Navarro (18), Jiménez (0), Garbajosa (17), Gasol (36) -cinco inicial-, Herreros (7), Marco (0), De la Fuente (1), Felipe Reyes (0), Bueno (0) y Grimau (0).
Àrbitros:Lamonica (ITA) y Belosevic (YUG). Excluyeron por personales a Songaila (m.35), Macijauskas (m.36), Stombergas (m.36), Eurelijus Zukauskas (m.37), Garbajosa (m.39) y Mindaugas Zukauskas (m.39).
Jorge Muñoa (Efe)|ESTOCOLMO
Lituania, la mejor selección del Europeo 2003, un aluvión de faltas y una noche aciaga en el tiro apartaron a España del oro en el Globe Arena, decorado de la única derrota encajada por la selección española en todo el torneo continental de Suecia, finalmente solventado con la tercera corona de la historia para el cuadro ex soviético.
España, pese a la decepción de no ver cumplida su gran ambición, se colgó al cuello una plata que representa su tercera medalla consecutiva después de Francia'99 y Turquía 2001, la mejor racha de todo su periplo por las canchas de la vieja Europa. Las personales, sobre todo las de ataque, y los malos porcentajes en el lanzamiento sembraron de minas el camino de la selección española hacia la cumbre. La acumulación de faltas impidió que el equipo nacional lograse reaccionar a su falta de puntería como había hecho veinticuatro horas antes en la semifinal frente a Italia.
La segunda de Sarunas Jasikevicius sugirió unas posibilidades que luego no existieron. El equipo nacional disfrutaba con el peso que les caía encima a los bálticos por el problema que para ellos suponía tener a su motor obligado a jugar con el freno de mano echado en cuanto volviese del banco, adonde fue a parar en cuanto sonó el silbato para que levantase la mano.
España había levantado un 4-0 de salida y disfrutaba de una fluidez ofensiva más que aceptable. Pau Gasol hacía puntos sin demasiadas dificultades y el control del marcador le pertenecía con nueve puntos del alero de los Grizzlies apenas rebasada la mitad del periodo (15-14 m.6).
Problemas
Pero las personales ya habían empezado a sumar del lado español con la segunda de Juan Carlos Navarro, a la que siguió la de Carlos Jiménez cuando ya podía atisbarse cierto colapso de los movimientos ofensivos del cuadro hispano, al que también le resultaba un imposible jugar el contragolpe por el buen balance defensivo de los lituanos y la irrupción reboteadora de sus postes. Los de Antanas Sireika habían mantenido un control absoluto, sólo aliviado por el descaro de Navarro, que jugó un buen trecho como base en el segundo cuarto como alternativa táctica para intentar desbloquear las operaciones ofensivas. Lituania desplegó todo su repertorio ofensivo de principio a fin, sin dar opción alguna.
De no haber sido por Navarro la herida en solo medio partido habría sido mortal de necesidad. El genial escolta había contenido la hemorragia (40-31), pero Lituania fue un ciclón en los cinco primeros minutos del tercer cuarto. España estaba contra las cuerdas después de dos triples consecutivos de Mindaugas Zukauskas y Arvidas Macijauskas que cortaron de raíz una fugaz fase de mejor tino español ante el aro (53-41 m.26).
Las alternativas en zona y en individual de los lituanos eran una pesadilla para la selección española. Con catorce puntos de diferencia (58-44) y un par de minutos hasta la bocina del tercer cuarto para los antiguos rusos la ansiedad ya era un síntoma claro en el equipo nacional.
Moncho López decidió quemar las naves. Dio entrada a Roger Grimau con Alberto Herreros, Marco y Garbajosa para buscar triples porque Lituania cabalgaba hacia la cima del podio desbocada. España arriesgaba la última bala. No le entraban ni los tiros libres.
Sin embargo, los hermanos pequeños de Sabonis conectaron la ignición para dar el golpe de gracia antes de que España vislumbrase el milagro en cuanto arrancó el último cuarto. Pusieron la brecha en veinte tantos de manera fulgurante (68-48 m.33) y, en ese momento, afianzaron los pies en lo más alto del baloncesto europeo. Una sola derrota, un solo partido perdido y el sueño del oro pasó a mejor vida para el equipo español.