Fernando Fernández|ATENAS
Para muchos era la prueba del morbo. Joan Llaneras y Miquel
Alzamora, ejes de un conflicto que tuvo como actor secundario a
Isaac Gálvez, unían sus fuerzas en búsqueda de una nueva medalla
para el ciclismo en pista español en unos Juegos que se han
convertido en un filón para la especialidad. Con la resaca de la
plata de Llaneras aún reciente, el de Porreres salió a por todas.
Miquel Alzamora era el ejemplo más claro de concentración y entrega
sobre cincuenta kilómetros en los que la pareja mallorquina podía
ofrecer buenas prestaciones en pista.
Al igual que en la puntuación, pronto hubo movimientos notables. La pareja uruguaya, la argentina y los australianos empezaron pronto a dejarse ver. Llaneras y Alzamora se mantenían en el vagón de cola y a la expectativa. Aguardando el momento oportuno para pisar el acelerador. Gran Bretaña y Austria fueron las primeras en avisar en el primer esprint bonificable. Faltaban 180 vueltas y quedaba mucho por decidir. Pronto, los ucranianos Rybin y Yakovlev dejaron ver su catálogo de intenciones, con el permiso de los uruguayos Wynants y Margalef.
A falta de 138 giros se produjo el primer hecho determinante de la americana, que derrochó emoción a lo largo de casi cincuenta y séis minutos. Los australianos y los alemanes ganaban vuelta y con ello provocaban el nerviosismo general en el seno de un pelotón que comenzaba a experimentar un aumento de velocidad notable. Fulst y Brown realizaron el trabajo sucio y en la siguiente llegada puntuable, los oceánicos sumaban cinco puntos que les colocaban en una envidiable quinta plaza. Australia no cesaba y cogió relativa ventaja en compañía de Rusia, Colombia, Kazajstán y Gran Bretaña. Ucrania contaba por entonces con media vuelta sobre la cabeza del gran grupo y los australianos O'Grady y Brown seguían incrementando su margen de maniobra.