El Mallorca continúa aparcado tras la línea de salida. El grupo balear sigue sin perder, pero tampoco ha aprendido a ganar y ayer volvió a encallar frente a un Deportivo sin sangre que no conserva la más mínima esencia de lo que fue. Afortunadamente, al equipo isleño le cuesta doblar la rodilla e Ibagaza ya ha empezado a dar señales de vida, dos grandes motivos para mantener la esperanza (0-0). Al público del ONO Estadi le tocó padecer uno de esos partidos que agotan la paciencia de cualquiera. Con el Deportivo atrincherado por detrás de la pelota y el Mallorca amordazado del centro del campo hacia adelante, el encuentro se movió en todo momento en el terreno de la vulgaridad y ninguno de los dos equipos fue capaz de darle sentido a su juego. Manzano, que ya había pronosticado durante la semana la actitud que iba mostrar el conjunto gallego, prefirió mantener el bloque que había estrenado la Liga en Huelva y reservó la magia de Ibagaza para el segundo tiempo, consciente de que le sería mucho más útil cuando se le agotaran las salidas y su rival empezara a acomodarse. Mientras tanto, la cita despertaba sin desprender nada interesante y aunque los locales lo intentaban una y otra vez, lo hacían con más voluntad que criterio y se ahogaban a muchos metros de distancia de Dudú Aouate.
Los porteros disfrutaron de un plácido primer tiempo, sobre todo porque los encargados de marcar diferencias permanecían agazapados a mucha distancia del epicentro del juego. Arango era el único que se atrevía a encender la luz en las filas mallorquinistas y en el Deportivo sólo Riki era capaz de hacer daño cuando se deshacía de la marca de Varela. En cualquier caso, todas sus iniciativas morían antes de tiempo para satisfacción de las defensas y desespero del público, que no encontraba ningún tipo de aliciente sobre el terreno de juego. Lo único destacable en esa parcela de la función fue una arrancada de Tuni por el carril izquierdo que acabó en el segundo palo bajo el control de Jonás. El argentino enganchó el cuero y obligó al meta deportivista a despertarse, pero Capdevila se entrometió en el camino de la bola y ésta acabó en uno de los fondos del estadio.
El segundo tiempo no vino acompañado del cambio que se esperaba. Caparrós no quiso modificar lo más mínimo su propuesta inicial y Manzano esperó a que se consumiera el primer cuarto de hora para darle un vuelco a un guión que empezaba a ser demasiado previsible. Por si fuera poco, el Deportivo avisó con un dardo de Sergio que Prats repelió con dificultades y las alarmas se activaron. Se imponía un cambio de planes. De una tacada, el técnico rojillo retiró a Pereyra para instalar a Jordi junto a Basinas y buscó la inspiración que le faltaba al equipo en la clarividencia de Ibagaza. ECaño revolucionó a la grada en su primera toma de contacto con la pista de atletismo y su salida al campo fue como una inyección de moral. Un lingotazo de ilusión para una grada hastiada y un referente para un grupo que comenzaba a sufrir un atasco considerable. El mediapunta necesitó sólo un par de minutos para encender la luz y disparar al Mallorca de mitad de campo hacia adelante.