El argentino puede estar mejor o peor, pero es insustituible en este equipo. La ausencia de Ariel fue un mazazo imprevisto que no tuvo solución. Jordi fue su sustituto, se alineó en el medio centro junto a Basinas, pero no hizo olvidar al argentino. Sin medio campo es muy difícil que el ataque funcione y ayer la zona de creación hizo de todo menos crear. El juego exterior, con Jonás y Pisculichi no atendía tampoco a su labor en ataque y, si bien el control era local, éste no pasaba de ser sólo virtual.
Fiel a su libro de estilo, el equipo de Manzano regaló la primera parte. Nadie asumía la clara responsabilidad en la zona ancha y nadie sabía qué hacer ni qué plan poner en práctica. Tal vez esto es lo más difícil de asumir en un equipo que presenta, sobre el papel, una idea futbolística ambiciosa, pero que luego no sabe cómo ponerla en práctica sobre el césped.
Sin Ibagaza y con una montaña de dudas, el partido fue muriendo hacia la primera parte como viene muriendo últimamente, de más a menos. Diego Tristán fue el más perjudicado por la lesión de Ibagaza y en el primer tiempo todo quedó en un simple tratado de intenciones. Arango y él intentaban inventar, pero ayer era un mal día para la magia.