Ó. González (Efe)|MADRID
A punto de afrontar el tramo decisivo de la clasificación a la Eurocopa, la selección española ofrece un panorama preocupante, presa de las decisiones de un entrenador que se siente acorralado y de una federación asombrada, que tiene problemas para controlar los arrebatos del técnico madrileño.
El partido contra Letonia, que debía tener un efecto balsámico, ha terminado por desencadenar la crisis. Ni el 2-0, ni la derrota de Irlanda del Norte en Islandia, que da a España el segundo puesto del grupo han servido para apaciguar el entorno de la equipo, ni para serenar a Luis Aragonés, enrocado en la idea de que hay una campaña en su contra.
El técnico se ha sentido perseguido durante esta semana de concentración. Primero, fue la polémica por el corte de mangas que dedicó a los defensas Carlos Marchena y Juanito, por el poco interés con el que escuchaban sus correcciones. Contra la evidencia de las imágenes, Aragonés defiende la teoría de que nunca dio ese corte de mangas a los jugadores. Fue tras el empate en Reikiavik ante Islandia (1-1), sin embargo, cuando se precipita la tormenta. El técnico consideró, entonces, que la selección había desaprovechado una ocasión para asegurar la clasificación por no atender a sus instrucciones y los jugadores admitieron que se sintieron perdidos, sin saber cómo reaccionar, porque Islandia propuso un juego totalmente distinto al que habían previsto.
La estancia de España en Oviedo para jugar ante Letonia en el Carlos Tartiere se convierte en un auténtico pulso de Aragonés con la Prensa y la Federación. Desde el entrenamiento a puerta cerrada la vispera del partido a pesar de la gran cantidad de jóvenes aficionados que se tienen que quedar en la puerta; su negativa a comparecer en rueda de Prensa o los rumores de dimisión del propio técnico tras el choque; o su regreso en coche a Madrid cuando el resto de la expedición viaja en autobús. Toda una serie de desencuentros que, a un mes para la final ante Dinamarca, no hace más que calentar aún más el ambiente.