Guillermo Romaní
Miguel Gutiérrez (Bilbao, 1946) es el fisioterapeuta de la selección española de fútbol desde hace más de dos décadas y anteriormente lo fue del Athletic de Bilbao. Tras obtener la medalla de oro de la Eurocopa, a la que ha de sumar la medalla de oro de la selección olímpica en Barcelona 92, así como dos Ligas y tres Copas con el Athletic, se pregunta a sus casi 62 años qué nuevos retos tiene por delante. «A veces es difícil plantearse si vale la pena seguir o si ya es el momento de dejarlo», asegura.
No esconde que le gustaría ganar un mundial de fútbol, a los que ya ha acudido en cuatro ocasiones, pero piensa que tras el éxito de la reciente Eurocopa quizás deba replantearse su dedicación a la selección. «De todas maneras todo depende de que la Federación Española me proponga seguir con la selección de cara al próximo mundial», dice Gutiérrez, que durante estos años ha convivido con los jugadores que han marcado época en el balompié español y que ha trabajado con seleccionadores como Luis Suárez, Vicente Miera, Clemente, Antonio Camacho, Iñaki Sáez, Luis Aragonés y ahora, seguramente, con Vicente del Bosque.
Después de tantos años, a la selección española le ha tocado alcanzar el éxito en la Eurocopa. Ahora espera que la Roja no muera de éxito. «Cuando se supera esa barrera psicológica de los cuartos de final y además se gana, uno se plantea ¿y ahora qué? Es algo que ya me sucedió cuando con el Athletic fuimos dos años consecutivos campeones de Liga y a partir de ese momento se produjo en el club la diáspora que llevó al equipo al desastre; espero que no pase esto ahora con la selección». Para Gutiérrez lo más importante es conservar el espíritu del equipo y que no se destroce en cuatro días, «porque parece que en algunas ocasiones la Ley de Murphy se cumple y cuando se ha conseguido algo no se sabe bien por qué lo que ha sido un largo trabajo se va al garete», añade.
Aragonés
Gutiérrez no comparte las declaraciones hechas por Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol de que el mérito de Luis Aragonés es sólo un 5% y el 95% restante es de los jugadores. Recuerda las presiones mediáticas en la época de clasificación en la que «lo más suave que le llamaron era viejo, tonto y decrépito», y señala que «la base de sus éxitos ha sido la credibilidad que ha dado a los jugadores, que él era y es absolutamente fiel a sus convicciones y no ha transigido ni un ápice a las exigencias de los medios ni de la opinión pública». Y para Gutiérrez esa fue la base para crear una excelente relación entre los jugadores y asentar su liderazgo «y cuando encima se hace una campeonato jugando al fútbol y dando espectáculo, todo es bueno, era su apuesta y le salió bien; si hubiera fracasado hubiera tenido el 100% de la culpa, pero como ha ganado, sólo le corresponde el 5% del mérito».
Miguel, como le conocen todos en Formentera, donde veranea desde hace 33 años, resalta que la sensación que daban los jugadores en la concentración, durante los partidos y en los entrenamientos era totalmente correcta. «Eran una piña. Los resultados acompañaron, se hizo un muy buen juego y por suerte no hubo elementos discordantes en el vestuario. Todos han sido conscientes de la necesidad de trabajar, de sacar adelante el proyecto y se ha hecho con humildad, pero convencidos de que sí se podía romper el maleficio de ediciones anteriores».
Después del partido de Italia todos comenzaron a creer en que era posible ganar la Eurocopa. «Ese partido fue el punto de inflexión; jugamos contra ellos con sus mismas armas, les aplicamos su misma medicina y fue un partido distinto a los restantes, y se hizo bien. En el minuto 93 de partido me sentía impotente. Todos deseábamos llegar a los penaltis, sabíamos que ellos tienen un excelente portero, pero nosotros tenemos a Casillas y así salió, Iker paró más que Buffon. De lo contrario, estoy seguro que Italia hubiera sido la campeona pese a su juego rácano, rácano pero eficaz, y que siempre opta por el resultado y no por el juego», reconoce.
El título
De la final, del pitido que clausuraba la Eurocopa con la victoria de España, Gutiérrez dijo que «fue una satisfacción inmensa, me acordé de muchas cosas, de muchas historias, de muchas personas como el doctor Genaro Borrás que falleció hace un par de meses y sobre todo sentí la sensación de que por fin, después de tantos años de sinsabores y además, pese a que como vasco no soy muy dado a saltos y gritos, me sentí muy contento por todos los jugadores que se han mostrado durante todo el campeonato, serios, respetuosos, colaboradores y se merecían finalmente un gran título».
Sobre las celebraciones y recepciones posteriores a su llegada a Madrid, en la Zarzuela y la Moncloa, Gutiérrez afirma que lo peor era volverse a poner el traje oficial con el calor que hacía y apuntó que tras tantos días de celebraciones muchos no sabían ni dónde estaban los trajes oficiales, en un almacén de Madrid, ya que «el traje siempre lo hemos llevado dos veces al viajar a una competición y una segunda ocasión al regreso, pero ahora ha sido distinto los hemos usado cuatro o cinco veces y hubo que ayudar a vestir a los jugadores de camino a la Zarzuela», añade. Claro que, como indica Miguel Gutiérrez, al salir de la segunda recepción, las corbatas y las chaquetas desaparecieron en el acto.