Lituania siempre fue un punto de apoyo fundamental para la extinta Unión Soviética cuando se trataba de conformar un equipo de baloncesto potente. Nombres como Marciulionis, Sabonis, Kurtinaitis y muchos más ayudaron a recuperar la supremacía olímpica en Seúl 88 y dieron forma a una pequeña potencia surgida de la desmembración de aquel Estado que alternó con Estados Unidos el reinado del deporte de la canasta. Han pasado casi dos décadas y Lituania sigue ahí. Es una cantera inagotable de talentos que mira siempre hacia uno de los grandes de Europa, el Zalgiris Kaunas, al que en los últimos años se ha unido el Lietuvos Rytas de Vilnius como exponentes del baloncesto en aquel territorio báltico que ha hecho de esta modalidad una cuestión de Estado.
Del bronce de Barcelona 92 a la actualidad ha habido de todo en una selección acostumbrada a moverse siempre entre la aristocracia del baloncesto continental. Buena culpa de ello la tiene un líder sólido, un portento natural que es capaz de echarse el equipo a sus espaldas y tener más poder que su propio seleccionador, Ramunas Butautas. Y es que la mano de Sarunas Jasikevicius hace carburar a Lituania, él es el motor que hace rodar todo el engranaje ante el que España deberá afrontar uno de los partidos más difíciles que el torneo olímpico le podía plantear (con el permiso del Dream Team, que se perfila como el siguiente escollo). Si 'Saras' es el corazón y la cabeza pensante del equipo, la calidad y la disciplina de bloque que aportan los Lavrinovic, Javtokas o Kaukenas se unen a la privilegiada muñeca y el talento natural de su capitán, Siskaukas, y el conocimiento del rival de Jasaitis, un exterior en pleno crecimiento. Esa mezcla y las credenciales NBA de Kleiza (Denver), sin dejar de lado el complemento en el banquillo (Maciulis, Petravicius, Prekevicius) componen una mezcla explosiva. Y eso que otros de los productos exportados a la mejor liga del planeta (léase Ilgauskas o Songaila) han pasado de los Juegos, restando potencial a un conjunto que no se lo va a poner fácil a una España que parece haberles cogido la medida, como se ha visto a lo largo de la cadena de amistosos previa a Pekín. Lituania no renuncia a una medalla, la que confirme que el relevo de los históricos es efectivo.
Su peor momento llegó tras protagonizar la última gran gesta. Eliminados a las primeras de cambio en el Europeo de Estambul (2001) y fuera del Mundial de Indianápolis (2002), se adivinaba un relevo generacional básico para variar una dinámica derrotista. Entonces aparecieron 'Saras' y los suyos. Su mano de hizo notar. Tanto, que un año después se colgaban el oro en el Europeo de Suecia y en los Juegos de Atenas se cayeron el podio (4º) en el último suspiro. Quintos en Belgrado 2005 y séptimos en el Mundial de Japón, Madrid les volvió a ubicar en la élite, con un tercer puesto que dejaba claras las intenciones de un equipo en plena regeneración, que vuelve a exportar talentos al otro lado del Atlántico y que tiene ante sí un doble reto: volver a luchar por una medalla olímpica.