El 15 de diciembre fue una fecha especialmente adversa para el vestuario de la Peña Deportiva. El equipo acababa de encajar su quinto empate a domicilio frente un rival teóricamente asequible como el Montuïri, penúltimo clasificado, y el triunfo por la mínima del Formentera en Santanyí le relegaba a la tercera posición. Una semana después, antes de coger las vacaciones de Navidad, mejoraron las sensaciones con una goleada sobre el Llosetense (5-2) que permitía a la Peña recuperar la segunda plaza. Nadie hablaba entonces de aspirar al primer puesto, en posesión de un invencible Mallorca B que se abría paso hacia el título a golpe de goles y que ya aventajaba a sus principales perseguidores en 12 puntos. Cuatro partidos resultaban entonces un abismo.
Apenas dos meses después, la realidad sitúa a los de Mario Ormaechea a dos victorias del filial bermellón. Como vaticinaban los más optimistas del entorno blanco, el líder podría acabar sufriendo en la segunda vuelta, presa de la candidez o de su propia saciedad. Taras que conforman esa alargada sombra que suele perseguir a los equipos filiales.
En estas, la Peña se ha colocado a seis puntos del Mallorca B tras la última jornada y el vestuario ve al fin posible dar caza a su máximo rival, que deberá rendir visita al Municipal de Santa Eulària el próximo 23 de marzo. La fecha está marcada en rojo en la hoja de ruta deportivista, aunque la prudencia trata de abrirse paso en un vestuario mediatizado por la modestia de su técnico a la hora de fijar objetivos.