Paulina Pérez Buforn (Ibiza, 25-01-1997) ha completado una gran temporada en el mundo del balonmano femenino. La internacional con la selección española se proclamó subcampeona de la EHF European Cup con el Porriño y finalizó cuarta en la fase regular de la máxima categoría nacional con dicho club. Acaba de aterrizar en Ibiza y lo primero que ha hecho es colaborar con el Puchi dirigiendo unos entrenos. Y es que lleva el balonmano en la sangre.
—¿Cómo definiría la temporada?
—La temporada ha sido increíble. Todavía no he un análisis de los que habitualmente hago, pero ha sido increíble. El equipo ha quedado cuarto en liga regular siendo debutante en competición europea y con una plantilla en la que la mayor parte afrontaba por primera vez este reto. Llegamos a la final de la European Cup. Fue dura, pero tengo que decir que fue superbonita. En la ida, vimos el pabellón lleno y eso que hubo que reformarlo para tener más capacidad. Hubo un volumen de partidos muy alto al que tengo que sumar otros 14 partidos con la selección. Ha sido un año muy bonito, sufrido y cansado, pero muy bonito. Dicen que d los subcampeones no se acuerda nadie, pero será el resto, porque el deportista lo recuerda y lo valora. Para el público en general puede existir esa sensación, pero hemos vivido algo muy bonito. En función del tipo de persona que eres, te quedas con lo bueno o lo malo, y yo, por el bien de mi salud mental, intento quedarme con lo bueno.
—¿Qué tal con la selección?
—Ha sido un año muy bonito también. Ha habido un cambio generacional importante. Sucede siempre después de ciclos olímpicos, con retirada de jugadoras de mucho peso. La selección va más allá de lo que se ve en la pista o en las listas. La gente tiene la motivación de crecer. Mi rol ha cambiado. Estoy entre lateral y extremo, pero muy bien adaptada. Siento que Ambros tiene confianza en mí. Ha sido la despedida de Prades, una persona muy importante dentro de mi carrera deportiva. Me alegro de que se despidiera con la clasificación del equipo al Mundial. En diciembre igual estaba un poco más fastidiada porque, tras clasificarnos ganándole a Francia, en el Europeo se nos quedó una sensación amarga al perder contra Polonia de la forma en que lo hicimos. Forma parte de los inicios de ciclo y hay que tener paciencia. El trabajo es bueno y la gente tiene actitud para intentarlo. Para mí siempre es un gusto ir a la selección. Me siento muy orgullosa de ser española y representar a mi deporte con la selección.
—Mejorar lo de este año no es que sea imposible, pero fácil desde luego tampoco.
—Cada temporada nos hemos superado. La primera temporada con el Porriño, llegué a un equipo que peleaba por el descenso. Terminamos quintas en Liga a muy poquito de la clasificación para Europa. La siguiente campaña, nos metimos en playoff. El siguiente año, nos metimos en playoff, donde eliminamos en cuartos al Guardés, y nos metimos en Europa. Este año hemos llegado a la final de una competición europea, que es algo extraordinario y extraordinariamente difícil, y a las semifinales de la Copa de la Reina. Es muy complicado superar esta temporada, pero no le pongo techo al proyecto. Hay siete u ocho cambios dentro de la plantilla y creo que se van a volver a sentar las bases porque es un cambio importante.
—Usted, además de jugar a balonmano, no para de formarse y ampliar sus estudios. ¿Es normal?
—Tener éxito en el futuro pasa por formarse. Pertenezco a una generación en la que estamos convencidas de que se debe estudiar. No es habitual estudiar toda tu vida. Creo que cuando elegí Derecho, asumí que me estaría formando siempre. En cierta medida, ha sido una vía de escape. Es un cambio muy grande con respecto a mi trabajo. La mayoría de mis inquietudes se encuentran fuera del balonmano. Suelo preferir un documental a un partido, salvo que sea de tenis, que me gusta mucho. Me doy cuenta de que, cuanto más estudio, menos sé. Me gusta saber.
—Esa pasión por el tenis le habrá llevado a ver la reciente final de Alcaraz en París.
—Fue un partido de gran nivel. Le debo todo a mi tía Marga, que es muy fan de todas las modalidades deportivas y, probablemente, mi gran apoyo en el mundo del balonmano. Siempre que acaba un partido, tengo un mensaje de ella. En cierta medida, es romántico que un partido de cinco horas y media lo compartas con un familiar. Fue uno de esos partidos en los que empatizas con el deportista. Yo sí me acordaré de quién fue segundo.
—Precisamente habrá empatizado con Sinner por haberse quedado cerca de ganar como ustedes en la EHF European Cup.
—Sinner lo tuvo más cerca. En el partido de casa, tuvimos a la octava jugadora, la afición, que se llevó una matrícula de honor. En el apartado ofensivo y defensivo, sacamos recursos donde antes no los encontrábamos. En la vuelta, movimos 100 personas a Islandia y yo estuve a un nivel que no demostré en la temporada. Lo pasé muy bien. Tiene mucho mérito lo que ha hecho el equipo.
—Y, ahora, no hace más que llegar a Ibiza y colabora con la expansión del balonmano dirigiendo unos entrenamientos. No para.
—A mí lo que me gusta es el barro. Estoy encantada de devolver al Puchi un poco de lo que a mí me ha dado. Lo más importante es el balonmano base. Se trata de compartir lo que a mí me ha funcionado y es bueno para el equipo.
—¿Qué meta considera que le falta por cruzar en el balonmano?
—Ganar algo. No soy especialmente exigente con eso, pero no estuve cuando el Puchi logró el ascenso. Era mi segunda temporada en Honor. Ahora, nos hemos quedado a muy poquito de ganar una competición europea. Me gustaría ganar un título. Eso sí, no iría sin más a un sitio en el que sé que se va a lograr un título. Estar bien con la gente que estoy es lo que ha hecho que todavía siga en el balonmano.