«Pepe, dame dos minutos para el ‘Palma Arena', que hay un escrito». El juez José Castro entraba por el pasillo de su juzgado en torno a las diez de la mañana. Parecería un día normal por la frase de Ana Moreno, una de las funcionarias que tramita la macrocausa desde hace una década, pero era la última jornada de Castro como juez. En su última mañana tras 27 años en Instrucción 3 de Palma, el magistrado se despidió de medio edificio, tuvo un juicio sorpresa, condenó a un ladrón de gambones congelados y le devolvió el pasaporte a Jaume Matas.
Tras bajar la rampa por última vez en activo ya admitió: «Estoy emocionado. Creía que estaba preparado con cierta dosis de dureza para afrontar la despedida, pero lo voy a pasar mal». Castro cumple hoy 73 años y se jubila de forma forzosa tras aprovechar la prórroga de dos años que le permitió finalizar casi por completo el Palma Arena. Sin embargo, rechazó que se le recuerde sólo por el caso que le capultó a la fama nacional: ‘Nóos' y la Infanta. «No quisiera ser el juez que imputó a una persona determinada». De hecho, preguntado por la causa con la que se quedaría, apuntó: «En las que más implicación emocional he tenido no son las más conocidas».
El último acto judicial de Castro fueron tres juicios por delitos leves, que le corresponden antes de que su juzgado, ya con su sustituta, Martina Mora, al frente, entre de guardia: El robo de pescado congelado en un supermercado y otro de una consola, cometidos ambos por el mismo sujeto y otro intento de hurto de dos discos duros. El único de los denunciados que compareció, alucinaba con una decena de cámaras por un juicio que se saldó con ochenta euros de multa. Tras acabar el juicio, le pasaron una última carpetilla: «El juzgado de guardia, que se quiere escaquear», le dijeron de broma. Con el ‘audiencia pública' entraron por sorpresa jueces, fiscales y funcionarios. El juez Castro soltó alguna lagrimilla.
EL APUNTE
Abierto a la docencia pero no a participar en política
Castro señala que le gustaría poder seguir en activo como juez: «A lo mejor si tuviera que subirme a un andamio diría que no, pero estando en una mesa y con un ordenador yo creo que puedo hacerlo, pero hay que cumplir la ley». Sobre sus planes de futuro descartó cualquier posible aventura política, «no la contemplo» y señaló que seguirá con la actividad docente que lleva a cabo en una universidad privada. Está abierto a otras propuestas, «si llegan». «Si no, me quedo en casa o me voy al gimnasio».