Balears se enfrenta a la amenaza de un invierno demográfico si las cifras de movimiento natural de población que este martes publicó el Instituto Nacional de Estadística se mantienen en el tiempo: en 2017 aumentó un seis por ciento el número de defunciones mientras en paralelo se producía un descenso de un tres por ciento en el número de nacimientos: nacieron 10.275 personas y murieron 8.426, el récord absoluto de fallecidos en un año desde que hay registros.
El resultado es que el saldo vegetativo, es decir, la diferencia entre quienes nacen y quienes mueren, fue tan escaso, apenas 1.849 nuevos residentes, que colocó a las Islas en cifras no vistas desde el año 1999, cuando el saldo vegetativo apenas llegó a 1.430 nuevos residentes.
El año de récord de 2017 deja otras cifras para preocuparse: los nacimientos han caído un 20 por ciento en 10 años mientras que las defunciones han crecido un 12,5 por ciento en el mismo periodo.
Las consecuencias
El resultado de estas estadísticas es que Balears envejece, y ese es un dato preocupantes desde el punto de vista social y económico, porque cuantos menos niños nacen, menor relevo poblacional se produce y menos gente accede al mercado de trabajo para sustituir a quienes se jubilan. Otro dato que preocupa es el indicador de coyuntura de fecundidad: en Balears es del 1,22, es decir, el número medio de hijos por mujer, una de las cifras más bajas de toda España, por debajo de la media, que es de 1,31 hijos por mujer.
Para el análisis queda también la cifra relativa al número de nacimientos de madre extranjera: de los 10.275 totales, 2.945 fueron de madre extrajera, es decir casi un 30 por ciento del total. Este dato demuestra que el índice de extranjeras que queda embarazada es muy superior al de las españolas. Más aún: si no fuera por los nacimientos de madres extranjeras, es decir, de inmigrantes, el saldo entre nacimientos y defunciones habría sido negativo el año pasado.
735 extranjeros muertos
Frente a los 2.945 niños de madre extranjera que vinieron al mundo en Balears en 2017, tan solo 735 de las más de 8.000 muertes corresponden a ciudadanos de otros países. La cifra va en aumento, pero sigue siendo mínima porque la población extranjera que reside en las Islas sigue siendo mucho más joven de media que los españoles y además muchos vuelven a sus lugares de origen tras la jubilación.