Aquí no hay quien viva. Nunca mejor dicho. Alquilar en el centro de Palma es una misión imposible y arrendar a un precio razonable en barrios más alejados como Establiments o la Vileta resulta ya, cuanto menos, difícil.
Mallorca no está aprendiendo de nuestra vecina Ibiza, donde el problema habitacional ha pasado a ser una crisis en toda regla que pasa factura al sector turístico y, por supuesto, al día a día de los ibicencos. Y que no se equivoque nadie porque Mallorca no solo está ‘canina' de temporeros del sector servicios, también de trabajadores públicos en todos los ámbitos, desde la justicia a la seguridad, por ejemplo, pero también en el campo de la salud o la docencia.
Lo afirman los expertos en el mercado inmobiliario y te lo dice tanto un dependiente de Burger King como un funcionario: Mallorca está dejando de ser atractiva para venir a trabajar. Y el problema solo acaba de comenzar.
Trabajar para pagar
«Nunca pensé que al venir a Mallorca me costaría más encontrar piso que trabajo», señala Miguel Martínez, un enfermero gaditano que reside en Mallorca desde hace casi tres años. Durante sus dos primeros meses de estancia en la Isla no le tocó otra que ‘okupar' la casa de una compañera: «Un piso de dos habitaciones donde vivíamos cuatro. Y me estaban haciendo un favor», recuerda el enfermero, que durante meses dedicaba las mañanas a buscar vivienda con un colega de profesión. «Llamadas, colas, castings... al final nos fuimos a un piso compartido para siete personas porque no había otra cosa y porque necesitaba deshacer mi maleta, sentir que no estaba de paso en la Isla», confiesa.
El año pasado volvió a vivir el mismo via crucis cuando decidió buscar un piso más pequeño. Pero esta vez acudió al bolsín que el Colegio de Enfermería de Baleares (COIBA) puso en marcha hace dos años para ayudar a sus colegiados a encontrar vivienda a un precio asequible. Así contactó con su actual casera, Silvia Bueno, otra enfermera que reside desde hace once años en Mallorca. Anunció su piso en este bolsín cuando se fue a vivir con su pareja porque había vivido en carne propia lo que es buscar vivienda y ser inquilina y a la hora de alquilar su propia casa quería garantías de confianza: «Llevo mucho tiempo en la Isla, pero si tuviera que venir ahora, me lo pensaría dos veces. Con los precios y fianzas que exigen ahora, un celador o un auxiliar de enfermería no tiene otra que buscarse un piso compartido. La situación está fatal», confiesa.
«Detectamos que el problema habitacional es un impedimento importante para muchos enfermeros a la hora de elegir el Archipiélago para venir a trabajar. En nuestra Comunitat, el ratio de sanitarios es de 4,9 por cada 1.000 habitantes; un dato claramente insuficiente. Y vamos a peor», critica Rosa María Hernández, presidenta del COIBA, que señala que gracias a este bolsín en 2017 surgieron 34 ofertas y 18 el pasado año. «Poco más podemos hacer. Solo recordar que va a llegar un momento, y no está muy lejos, en el que habrá que sentarse a debatir qué clase de comunidad queremos. No se puede dejar de construir plazas hoteleras, atraer más y más turistas y no contar con que tanto los residentes como la población flotante necesita trabajadores del sector servicios, enfermeros, médicos... y todos ellos tiene que vivir en algún sitio. ¿O la tónica general va a ser que los médicos de refuerzo de verano tengan que vivir en antiguos hospitales, como sucede ahora en Ibiza?», se pregunta la presidenta del Colegio de Enfermería.
Destino atractivo
El runrún sobre el precio de la vivienda se escucha hasta en los actos oficiales. El comandante general de Baleares, Juan Cifuentes Álvarez, recalcó durante su discurso de la Pascua Militar que necesitaban «el apoyo claro y decidido de las instituciones» a la movilidad geográfica de los militares para que las Islas sigan siendo «un destino posible y atractivo en su vida profesional», al tiempo que pidió «acuerdos con las instituciones del Archipiélago para facilitar el acceso a una vivienda económicamente asumible. El mismo toque de atención dio Alejandro Hernández Mosquera, nuevo coronel jefe de la Guardia Civil en las Islas durante su toma de posesión el pasado 18 de enero.
Y esta misma inquietud se comparte desde la Policía Nacional. David Pola, secretario regional de la Confederación Española de Policía (CEP) en las Islas, recuerda que el precio de la vivienda en un problema que preocupa a sus compañeros en Mallorca. «Nuestro plus de residencia es de 68 euros netos, mientras que en Canarias en un 60 % más alto. ¿Por qué?», se pregunta Pola, que recuerda que hay compañeros que se han marchado a Madrid con una comisión de servicio y un año después han vuelto para ver que su piso ha subido el arrendamiento hasta 300 euros. «Esperamos que las instituciones pasen de las buenas palabras y tomen cartas en el asunto. Aquí no sobra nadie, aquí hacemos falta todos», recalca.
Recién llegados
Con el panorama de una escalada en el precio del alquiler en Mallorca del 40 % en tan solo cinco años se han encontrado los casi 500 nuevos funcionarios de Justicia que desde noviembre están llegando escalonadamente a nuestra Comunitat desde la Península. Es el caso de Daniel Guerrero, un murciano que acaba de instalarse en Palma con una plaza de gestor procesal. Debido a la enfermedad degenerativa que padece, que le afecta a su capacidad para andar, se ha visto obligado a buscar piso muy cerca de su lugar de trabajo, en los juzgados de sa Gerreria, con lo que eso conlleva.
Con su mujer y un hijo de 9 meses en Murcia, Daniel paga 600 euros por una habitación con baño independiente. «Y no me puedo quejar. Pero con un sueldo de poco más de 1.300 euros y viajando a casa cuando puedo, lo de comprar un coche adaptado ha quedado fuera de la ecuación», lamenta. Y como él, muchos compañeros recién llegados viven similar calvario. Manuel Romero, delegado sindical de CCOO en Balears, confirma que muchos opositores con varias pruebas superadas han preferido otra plaza antes que venir a la Isla: «Con esos sueldos y el precio de la vivienda, no es nada atractivo», finaliza.