La psicóloga Anja Dein rebusca en su bolso y saca un grueso manojo de llaves. Lleva adosado un silbato de plástico de color rojo brillante. «Ahora siempre lo llevo en la mano cuando tengo que cruzar la calle desde mi consulta hasta mi coche». Especialmente ahora en invierno, cuando los días son especialmente cortos y anochece muy temprano. Esta mujer de 58 años, que recibe a sus pacientes en su despacho del barrio de Son Espanyolet, ya no se siente cómoda. El motivo es una pintada en el bordillo de la acera frente a la puerta de entrada.
Anja Dein participaba en un curso de formación on line en noviembre cuando algo llamó su atención. Al otro lado de la ventana, ve una figura con un jersey de color claro montada en un monopatín que sube y baja delante de la puerta. El hombre lleva la capucha bajada sobre la cara. Poco después, un segundo hombre desconocido se une a él. Las dos figuras permanecen en la acera frente a la consulta durante minutos. En algún momento, el segundo hombre cogió una tarjeta de visita del soporte de su puerta, y Anja estuvo a punto de pedirles que se fueran a patinar a otro sitio. Sin embargo, instintivamente, decidió no hacerlo.
Los dos desconocidos desaparecieron, pero dejaron una extraña pintada frente a la puerta de Dein: «En pintura negra, había dos cuatros invertidos en espejo y un ojo con flechas apuntando a mi consulta". Lo más inquietante de esta imagen, dice, era su tarjeta de visita, que había sido colocada con precisión en medio de la pintada. «Me asustó mucho», dice Dein, y añade: «Le hicimos una foto y fuimos directamente a la Policía Nacional». Tras dos horas de espera en comisaría, un funcionario le explicó que se haría cargo de la denuncia, pero que no podía hacer nada más, porque al fin y al cabo no había pasado nada. «¿Así que tiene que pasar algo para que la policía reaccione?», se pregunta Dein, que tiene su consulta en Palma desde hace 15 años. Además, el policía fue incapaz de explicarle qué significaban las pintadas.
Después de que ella y su compañera rociaran pintura negra sobre los símbolos, la alemana tuvo claro que debía hacer algo para protegerse. «Contraté una empresa de seguridad privada. Ahora, por ejemplo, tengo un botón del pánico en la consulta y también estoy siempre conectado con el proveedor de servicios a través del teléfono móvil». Durante la consulta inicial, el empleado de la empresa también pudo explicarle enseguida lo que significaban los símbolos: «Me dijo que el 44 al revés significa 'mujer sola', y que el ojo con las flechas probablemente significa que me están vigilando». Dein informó inmediatamente a todos los vecinos y comercios de la zona sobre el incidente y se apuntó a un curso de defensa personal.
Esta residente alemana ha utilizado todos los medios a su alcance para protegerse de posibles ataques futuros. Aun así, el miedo persiste. «Llevo 27 años viviendo en Mallorca y es la primera vez en todos estos años que no me siento segura aquí. Da la sensación de que algo está cambiando en Palma». En general, cree percibir que la gente tiene más miedo en la calle que hace unos años.