Más de un lector habrá presenciado o participado en alguna disputa –quizá acalorada– por el uso de los dispositivos móviles en casa. Desde los dos años hasta pasados los 18 años, poner coto al tiempo de pantallas se ha tornado en un verdadero dolor de cabeza en algunas familias.
Los padres, recelosos de las consecuencias del abuso de las nuevas tecnologías (TIC) hacen frente al ansia de los menores por el consumo de contenido en Internet. María Ballester es madre de tres niños, de 4, 8 y 10 años.
Durante la pandemia, tuvo que comprar un iPad al mayor para poder realizar los ejercicios de clase desde casa. Desde entonces, se ha tornado en un imprescindible para el ocio del niño. «Llegó a obsesionarse con el iPad. Se levantaba a las siete de la mañana pensando en él y se iba al colegio sin desayunar por estar utilizándolo», cuenta. Ante ello, María impuso reglas en casa: prohibido utilizar el dispositivo entre semana y los fines de semana permite su uso unas horas. La hija de 10 años de Ángela Verdera chatea en Snapchat unos 20 minutos diarios al acabar los deberes.
La madre controla exhaustivamente tanto el tiempo como el buen uso que hace del mismo. «Ella sabe que cada día tengo que ver lo que ella escribe en el chat y los mensajes que recibe», con el objetivo, comenta Ángela, de prevenir posibles conductas inapropiadas e incluso acoso. El uso y control de los dispositivos y las redes sociales difiere mucho según la edad. Cati Artigues deja mayor libertad a su hija mayor, de 16 años, «porque tiene más autocontrol» y necesita de ordenador y móvil para sus estudios.
La de 10 y el de 8 años, por contra, no pueden utilizarlos entre semana y los fines de semana un máximo de dos horas, «siempre y cuando hayan cumplido con sus tareas a lo largo de la semana, como poner la mesa». Es la solución a la que ha llegado para poner límites, ya que «si fuese por ellos, estarían todo el día».
También echa mano del control parental que ofrecen algunas aplicaciones: cuando acceden a la consola, salta una alerta y pueden ver su actividad. «Me da mucho miedo porque cuando pasan más de dos horas delante del ordenador se quedan nublados por completo», expone Sara Verdú, madre soltera de dos niñas de 5 y 9 años. Como en otros hogares, acota un horario para el uso de la tecnología, pues considera «que sino se pierden cosas mucho más importantes».