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Casi 3.000 parados de Baleares son titulados universitarios

Expertos demandan mayor conexión entre la formación y las necesidades empresariales

Estudiantes siguiendo una clase en un aula de la UIB. | Pere Bota

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El problema de la escasez de mano de obra cualificada en Baleares convive con unas cifras que bordean los 30.000 desempleados. La falta de formación superior no es el inconveniente para más del 13 % de los inscritos en el paro, que o bien cuentan con una Formación Profesional Superior o bien con estudios universitarios. Concretamente, un total de 2.848 parados de las Islas cuentan con una titulación universitaria, 31 de ellos incluso de tercer ciclo.

Los 29.178 parados registrados en el pasado mes de julio suponen una tasa de desempleo del 4,4 %, por lo que el Archipiélago se mantiene en el pleno empleo (que acostumbra a ser considerado como tal cuando la tasa de paro se sitúa por debajo del 5 %). Con todo, las empresas siguen demandando personal en todos los sectores, sobre todo de formación especializada y, por un motivo u otro, la bolsa de parados no es capaz de paliar al menos en parte estas necesidades.

Para algunos expertos esta situación evidencia la inadecuación de un sistema formativo, especialmente el universitario, anquilosado en estructuras del pasado y no ajustado a las necesidades del tejido empresarial actual. Pau A. Monserrat, consejero del Consell Econòmic i Social de Balears (CES) y profesor de Economía Financiera en la UIB, asevera que «la gente que sale de la universidad no está bien preparada; un graduado actual no tiene las disciplinas que necesitaría para encontrar trabajo con facilidad».

Monserrat asegura que el problema de base que padece la educación universitaria, especialmente en Balears, es la acusada desconexión de la realidad empresarial y de las características de un mercado laboral, el actual, mucho más dinámico y exigente que el de décadas atrás. «Así como está montado no funcionará nunca. Las universidades fallan porque mantienen sistemas instalados en el siglo XX por comodidad».

Un ejemplo de esa renuencia a evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos, señala, es el rechazo a las nuevas tecnologías y al abanico de posibilidades que podrían abrir, algo evidenciado durante la pandemia cuando el profesorado se vio obligado impartir clases y realizar exámenes por videoconferencia. «Una vez acabó la pandemia volvieron a lo de siempre», se queja Monserrat.

Nuevo paradigma

La búsqueda de un puesto de trabajo para todo la vida, asevera, se corresponde con un paradigma propio de otras épocas, por lo que «la formación universitaria ha de ser educación para la población en un mundo en el que a lo mejor se ha de cambiar de trabajo tres o cuatro veces». Condición sine qua non para que esa formación se adapte a la oferta laboral pasa por construir sinergias con las empresas. «Hemos de permitir que el mundo empresarial, público y privado, entre en las universidades».

Por otro lado, la inmensa mayoría de los 29.178 parados de julio carece de estudios superiores: el 85 % no ha pasado de la educación secundaria, mientras que un 34 % solo tiene un título de educación primaria. Los analfabetos (211), asimismo, suponen menos de un 1 % del total.

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