El último libro de Joan Veny i Clar, que Moll Nova Editorial acaba de publicar, no podría haber llegado en mejor momento. El reconocido dialectólogo, una etiqueta que le gusta porque define bien su dedicación al estudio de la diversidad del catalán, ofrece un festín lingüístico para profesionales y amantes de este idioma que el campaner ha estudiado toda su vida. Mirades a la llengua catalana analiza los diferentes dialectos y la riqueza léxica y fonética, así como aspectos de la cultura popular, como los refranes.
El libro aparece en pleno debate político, que no filológico, sobre el baléà, que la Casa Real reconoció al otorgar el título ‘Real' a la Acadèmi de sa Llengo Baléà. «El director de la Revista de Filología Española me llamó para decirme que había recibido un artículo firmado por esta academia, y me pidió que hiciera un informe porque el contenido ya le olía mal. El texto estaba plagado de herejías y locuras, como que los mallorquines habíamos exportado el artículo salado a la parte este de la Península, cuando la historia demuestra que es al revés», afirma el filólogo, que con 91 años y una mente que destaca por su lucidez, atiende a este diario por teléfono. Desde hace años vive en Barcelona, aunque nunca se ha desvinculado de pueblo, donde veranea.
«Todo esto es un debate político, no lingüístico, y fue una patinada de la Casa Real. El balear es un dialecto del catalán, y así lo creen los cultivadores de las lenguas románicas. Lo contrario solo busca dividir y fragmentar este idioma por motivos políticos», lamenta el nonagenario.
«Las palabras dialectales de Balears son, de hecho, arcaismos ya desaparecidos en Catalunya», recuerda. La lengua llegó a las Islas tras la conquista de Jaume I, que colonizó el Archipiélago mayoritariamente con catalanes, sobre todo del Empordà. «Es un fenómeno natural que en las islas y zonas más aisladas haya una tendencia hacia el conservadurismo en la forma de hablar. Torcar, una palabra que ha desaparecido en el catalán central, tiene perfecta vigencia en Balears o en el catalán occidental», comenta. «Torcar-se els peus perquè t'has embrutat les sabates o torca-se els morros es algo muy frecuente en la actualidad, aunque sea una fórmula del catalán antiguo», añade. Ocurre lo mismo con pigota, que incluso se preserva en el hablar rosellonés.
De igual forma, Veny analiza cómo históricamente el eivissenc se ha distanciado más del mallorquín y el menorquín porque toma palabras del valenciano. «Eivissa está a poca distancia de la costa valenciana y tuvieron mucha relación comercial y religiosa. Por lo menos hay un centenar de palabras y variantes que no son propias de las Islas y que son resultado de ese trasvase», asegura. Cuna, del castellano, se impuso entre los valencianos e ibicencos, pero también entre hablantes del poniente mallorquín. En el resto de los territorios de habla catalana se conserva el uso de bres o bressol.
El dialectólogo recomienda leer a escritores mallorquines como Damià Huguet o Sebastià Alzamora, porque sus artículos en el Ara.cat «son una defensa firme de nuestro hablar de Mallorca», asegura.