«A veces me gusta poner títulos a las exposiciones. En este caso, lo de «Paisatges essencials» vendría porque, con el color o las líneas, mis cuadros siempre tienen como un recuerdo de acotaciones de paisajes, que están presente, pero sin ser paisajes. Digamos que pinto un sentimiento del paisaje». Con estas palabras, Joan Hernández Pijuan justificó ayer el sentido de la obra que presentó en la inauguración de su exposición en la galería Van der Voort, muestra que permanecerá abierta al público hasta mediados del próximo mes de agosto. «Ese sentimiento del paisaje siempre me ha interesado mucho, y en el fondo pienso que eso es lo que refleja toda mi obra», apuntó.
Esta es la tercera exposición individual que el prestigioso artista catalán presenta en Eivissa. Su primer contacto con la isla fue en 1972, cuando expuso precisamente en la misma galería, entonces dirigida por su fundador, Carl Van der Voort: «Me hace mucha ilusión volver a exponer aquí después de tantos años. Tenía muy buena amistad con Carl y agradezco a Cati Verdera su invitación. Yo diría que este espacio sigue igual, no sólo por la forma, sino por el espíritu que su fundador supo imprimir a esta galería, todavía vigente», expresó Hernández Pijuan, quien hizo extensible ese parecido a su propia obra. «Al ver el cartel que ha puesto Cati para recordar mi primera exposición aquí y compararlo con los cuadros de ahora, me da la sensación de que sigo con el mismo espíritu, aunque acaso tratado de otra manera».
Esa fidelidad a un estilo reconocible y celebrado por la crítica especializada, la asume el artista catalán con sencillez: «Es mi forma de ver el mundo. Si ahora mis cuadros son reconocibles como hechos por mí, ya hemos ganado algo; digamos que he añadido un grano de arena al mundo de la expresión. Conque la gente intuya ese sentimiento de paisaje sin ser paisaje, ya me quedo tranquilo», matizó.
Unida a su labor creadora, una función en la que Hernández Pijuan ha desarrollado una notable labor ha sido la docencia, en la que lleva unos 20 años, llegando durante un tiempo a ser decano de la Facultad de Bellas Artes de Barcelona: «Entré en la enseñanza un poco mayor, y no por necesidad sino para aportar a los alumnos algo de lo que yo sabía. Eso me dio una libertad distinta a la que suelen tener los profesores. Pensaba estar poco tiempo, pero lo que iba a ser dos años se han convertido en unos 20», recordó con satisfacción el pintor. «Es que la experiencia me gustó realmente porque establecí un contacto continuo con gente muy joven, con mucha pasión, y eso es algo que te va enseñando, provocando con nuevos lenguajes, nuevas salidas. Además, gracias a la enseñanza he podido salir del ensimismamiento de mi propio estudio, algo que pasa mucho a los pintores; somos gente que solemos mirarnos demasiado el ombligo. Así que yo diría que la enseñanza me ha enseñado a mí más siendo yo enseñante que cuando fui el enseñado», aclaró.