Los restos del arquitecto y catedrático navarro Francisco Javier Sáenz de Oiza, fallecido el martes en Madrid a los 81 años tras un largo proceso canceroso, fueron incinerados ayer en el cementerio madrileño de la Almudena. Considerado uno de los grandes maestros de la arquitectura española del siglo XX, Sáenz de Oiza manifestó desde los inicios de su carrera una actitud de compromiso con la forma arquitectónica y fue un verdadero vanguardista, como lo avalan algunos de sus edificios mundialmente reconocidos: los de Torres Blancas y la sede del Banco Bilbao Vizcaya, ambos en Madrid.
Nacido en Cáseda, Navarra, el 12 de octubre de 1918, Sáenz de Oiza mereció el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1993 por su trayectoria y por el trabajo magistral que había realizado en la Escuela de Arquitectura de Madrid, desde la que impulsó toda una generación de arquitectos vocacionales, entre ellos Moneo, quien calificó ayer al arquitecto fallecido como «el gran referente de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX» destacando su gran labor pedagógica como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid.