«Creo que Eivissa es una isla con muchas islas dentro de ella; si quieres tranquilidad, la tienes sin que nadie te moleste, y si prefieres la marcha loca, digamos, pues también». Con estas palabras resumió Arcadio Orpí la impresión que en la actualidad tiene hacia una isla que descubrió en 1954 en compañía de un amigo cuando vino a pasar unas vacaciones de verano. Desde entonces ha llovido mucho, acaso demasiado, y pese a los estragos y cambios sufridos en el paisaje y en el paisanaje, este pintor barcelonés continúa volviendo año tras año, y no sólo en verano, para disfrutar de los encantos que aún conserva, de los muchos amigos que aquí tiene y para pintarla desde varios puntos de vista y diversos estilos y tratamientos.
Se reconoce Arcadio Orpí un pintor profesional, «porque vivo de esto». Su formación ha sido «más bien autodidacta». Aunque tiene a Eivissa como motivo constante de su inspiración, no expone en la isla desde 1982. «Mi centro de trabajo está en Barcelona, y al desaparecer las galerías clásicas que había en Sant Antoni, no me apetece colgar en restaurantes o cosas así. Y sobre todo, gracias a Dios, porque tengo un público que me quiere y me hace muchos encargos de un año para otro», explicó.
Así, en sus visitas a la isla siempre viene con varias telas para plasmar sus impresiones, dentro de un estilo personal que va de la figuración hasta un cubismo propio con sutiles transparencias. «He trabajado en cera y también con acuarelas, cuando iba por París; pero sobre todo óleo», apuntó. Mayormente en lienzos, pero también hace murales que se puedan transportar.
No se relaciona ya tanto con el mundo artístico, prefiere la compañía de los viejos amigos. «Estoy desconectado en cuanto a colegas. Antes había mucho movimiento, sobre todo entre los 70 y 80; bastantes galerías y se trabajaba bien. Luego, parece que la isla se ha decantado por otros negocios; qué le vamos a hacer», apuntó Orpí.