Tras tres años de trabajo hoy tendrá lugar la inauguración de la restauración de las Gràcies Reials de Formentera, concedidas entre 1697 y 1699 a Marc Ferrer y Antoni Blanc por los tres consenyors de la isla: el arzobispo de Tarragona, el ardiaca de Sant Fructuós y el Rey Carlos II. La visita a la identificación, señalización y restauración se hará en autobús, que saldrá a las 11,00 horas de la plaza de Sant Francesc con la presencia del conseller de Patrimoni, Joan Marí Tur; el diputado por Formentera, Josep Mayans; el alcalde de Formentera, Isidor Torres; el representante de la Obra Cultural Balear en la isla; el historiador Santiago Coloma y el autor del proyecto, el arquitecto formenterés Marià Castelló.
El conseller de Patrimoni informó ayer a este periódico que el presupuesto del proyecto había sido de 10.000 euros. «Después había un trabajo de investigación histórica, proyecto arquitectónico y dirección de obra de Marià Castelló por 4.900 euros», precisó, añadiendo que los trabajos de la administración «suelen ser más lentos de lo deseado; éste lo iniciamos en 2004; pero lo importante es salir y llegar. Y ahora, antes de que Formentera tenga ya su autonomía total, sólo nos quedará por entregar ya terminada la torre de defensa de sa Gavina y las obras de la casa parroquial de la Mola».
Según explica Marià Castelló en el proyecto, el trabajo se inició con la búsqueda de la información (aportada sobre todo por las obras de Joan Marí Cardona) que identificaran sobre cartografía actual el perímetro y los puntos característicos (fites, cantonades, murs de pedra seca, camins...) que definen las tres Gràcies Reials concedidas durante el siglo XVII a Marc Ferrer y a su yerno, Antoni Blanc. Labor que se ha materializado «en la consolidación- restauración de las fites más deterioradas y en la elaboración de un sistema de señalización-información específicas para la correcta identificación de este legado por parte de la población».
Los referentes históricos de estas concesiones reales se remontan a final del siglo XIV, cuando Formentera quedó totalmente deshabitada por los continuos ataques de piratas y de las enfermedades que asolaban la isla. No es hasta finales del siglo XVII cuando se inicia un repoblamiento que entronca con el presente. Fue entonces cuando Marc Ferrer de Joan, patrón de embarcación de consolidado prestigio en Eivissa por haber llevado trigo a la isla en tiempos de hambre y miseria, se ganó la confianza de los tres mencionados consenyors de Formentera, que le concedieron con lo solicitó en 1697 la primera gracia, de media legua cuadrada, situada en la zona central de la isla. Posteriormente, en 1699 le es concedida la segunda gracia, que abarcaba todas las tierras que se encontraban al levante de la primera concesión. Su yerno, Antoni Blanca, casado con su hija Isabel, solicitó en 1699 un cuarto de lengua de forma cuadrada conocida entonces como «el Clot del Magraner». Ferrer y Blanc eran propietarios de la mayor parte del territorio de la isla y se comprometieron a cultivar sus tierras.
El repoblamiento propiamente dicho se consolida con la migración progresiva de familias ibicencas que se establecieron en Formentera trabajando para los nuevos terratenientes de la isla.
Para definir los limites de los territorios otorgados en las tres gracias se realizaron una serie de fites en puntos característicos. La primera creufita fue esculpida el 3 de septiembre de 1697 en una roca plana situada cerca de lo que hoy es Sant Francesc, tras el acto de posesión por parte de Marc Ferrer de su primera media legua. Y así, con los sucesivos establecimientos de tierra concedidos a Ferrer y a su yerno el contorno de las gracias se fue material izando en paredes de piedra seca y caminos que eran más visibles y no permitían ningún desplazamientos de las señales que marcan los límites de la propiedad.
Las otras fites que señalan son la de confluència, cantó de l'Anguila, la Ullal de l'Anguila, la de Traça de Llevant, la Creufita cala en Baster, la Traça de Tramuntana, la Fita del Forn de Pega, la Fita de l'Angle de Mestral, la Fita de l'Angle de Llebeig, la Traça de Llevant y la Traça de Tramuntana. Con su identificación, consolidación y restauración se recupera un capítulo notable de la historia de Formentera.