MARGALIDA AMENGUAL
«En garde!», grita Àlex mientras se dispone a dar una bofetada al joven Frederic. Y aunque parezca mentira, todo es una broma. Los dos, profesor y alumno, están ensayando en la sala blanca del Teatre Sans, donde Àlex Tejedor, actor y profesor de teatro, imparte un curso de combate escénico y esgrima teatral hasta el 26 de julio. Tejedor se formó como actor en Barcelona, Michigan (EEUU) e Inglaterra, donde tuvo sus primeros contactos con la disciplina que imparte para después titularse en la Academia Británica de Combate Escénico.
El curso tiene como fundamento aprender a interpretar una lucha ficticia dentro de unos parámetros de seguridad. «Si las cosas se hacen bien, no tiene porqué pasar nada», asegura Tejedor, aunque matiza que «siempre hay la posibilidad de que algo ocurra». «Si llega ese caso, sabemos los pasos a seguir».
El objetivo del curso es aprender las bases para imitar movimientos violentos que se usan en el teatro, televisión y cine. Así, la primera mitad de las clases se destina a la lucha desarmada y se trabajan técnicas para dar puñetazos, bofetadas y patadas ficticias para conseguir que parezcan reales. «Los movimientos se diseccionan, se aprenden por pasos y se configura una especie de coreografía», explica Tejedor. Cuando los alumnos dominan esas técnicas más básicas, pasan a trabajar la lucha armada con floretes y, si hay tiempo, con dagas. «Aprenden posturas de ataque y de defensa en los estilos militar, francés, español y alemán». Como se suele decir, el mejor ataque es una buena defensa. «Siempre evitamos tocarnos con las armas, no buscamos el contacto físico, por lo tanto, todo lo que ve el público es un truco», asegura Tejedor.
El curso está destinado a todo tipo de personas y edades, sean o no profesionales del mundo de la escena: «De hecho, la mayoría de alumnos que realizan el curso no son ni actores ni estudiantes de interpretación», matiza Tejedor, a lo que añade que «tampoco se necesita ninguna preparación física especial».
El profesor pide dos voluntarios para repasar las técnicas aprendidas el día anterior. Inmediatamente, Frederic, de sólo 10 años, se ofrece para salir y con él, su madre, con quien acude al curso. «El año pasado ya lo hice y me gustó mucho, por eso quería repetir», dice Frederic, que, siendo el alumno más joven, es el más experto. «Le encanta, disfruta y, además, es hemofílico y ésta es una buena manera para que aprenda a moverse en situaciones un poco peligrosas para él», afirma su madre.