J. HERRANZ
El pasado abril Carmen Matutes ganó el Premio Nacional de Novela Ciudad Ducal de Loeches con su obra Círculos concentrícos, que ahora publica Ediciones Irreverentes. Se trata de la tercera novela de la escritora, profesora e investigadora ibicenca, tras Andrea (s) y De Cháchara.
-¿Por qué eligió la Barcelona de los últimos años del franquismo para escenario de Círculos concéntricos?
-Los factores aleatorios que se escapan por completo a nuestro control resultan decisivos en Círculos Concéntricos, y el impacto de lo circunstancial es aún más importante cuando la tradición tiene mayor peso que la razón. De ahí que eligiese los últimos años del franquismo. Opté por Barcelona porque se trata de una gran ciudad donde, porque la conozco, sé que tienen cabida personajes tan diversos como los que aparecen en la novela.
-¿Cómo 'vendería' su novela a un potencial lector que no sepa nada de usted?
-Me temo que la política de ventas no es mi fuerte. Supongo que le diría que es una novela normal, sin pretensiones, que cuenta una historia sencilla que a algunos inducirá a reflexionar.
-Quien haya leído sus dos trabajos anteriores, ¿encontrará algún cambio estilístico?
-Creo que ninguna de mis novelas comparte mucho con las otras dos, en parte porque estoy aprendiendo y en parte porque me esfuerzo en que cada novela constituya un mundo con sus ingredientes exclusivos, estilo incluido.
-¿Qué la motiva a la hora de escribir?
-No estoy segura, sólo puedo decirte que me gusta, disfruto escribiendo. Quizá tengo cosas que comunicar y el lenguaje escrito es el que conozco mejor, desafortunadamente no sé componer música (ni tampoco pintar o esculpir).
-¿Cuáles son sus referentes literarios?
-Todo lo que uno lee permanece en algún registro del cerebro, incluso lo que detesta. Sin embargo, si tuviese que mencionar siete novelas que me hayan impactado en particular mencionaría Madame Bovary (Flaubert), Últimas tardes con Teresa (Marsé), La familia de Pascual Duarte (Cela), El amor en los tiempos del cólera (García Márquez), Lolita (Nabokov), La perla (Steinbeck) y El coleccionista (Fowles).
-¿Se toma ya la literatura como una profesión?
-Me la tomo en serio.
-¿Tiene algún proyecto en cartera en el que Eivissa sea la protagonista?
-Nada a corto plazo, aunque se me ha pasado por la cabeza la idea de escribir una novela sobre la Eivissa «victoriana» -la que acabó en los 60-, quizá para recuperar algunos aspectos de la memoria histórica de los que se habla más bien poco. Uno se puede emocionar frente a un almendro en flor -o «un baladre en un torrent»-, constatar que quedan menos y defender con ímpetu la necesidad de un cambio de tendencia, pero no se puede ignorar que en Eivissa la penuria dominaba. Los orinales eran el retrete más común, el analfabetismo acampaba a sus anchas y la población se veía forzada a emigrar. Sí, algunos ibicencos dejaban los almendros para viajar a cuba, y no de vacaciones.
-Quienes la conocen bien, ¿encuentran cosas suyas en sus obras?
-Curiosamente, la gente encuentra lo que busca . Yo diría que hay más contenido de amigos y/o conocidos en mis obras que de mí misma, aunque, claro, no deja de tratarse de mi visión personal de los otros. Y algo mío también se colará, para qué negarlo.
-¿Le tienta algún otro género aparte de la novela?
Escribo relatos, la mayoría se publican en el periódico Irreverentes, pero algunos aparecieron en un volumen colectivo de la misma editorial y otro aparecerá en Paisajes desde el Tren. Me tienta el ensayo.
-¿Qué relación guarda con su isla en estos momentos; vuelve a menudo?
-Hasta ahora he regresado sistemáticamente durante las vacaciones escolares. Y no preveo un cambio drástico; a nuestros hijos, desde luego, no les gustaría si su padre y yo pretendiéramos regresar con menor frecuencia.