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Duelo en la cultura pitiusa por la muerte de Ferrer Guasch

Obra representativa de toda la trayectoria del artista ibicenco.

JULIO HERRANZ

Aunque la noticia de la muerte del reconocido pintor ibicenco Vicent Ferrer Guasch, ocurrida en la noche del pasado lunes a sus 91 años de edad, era esperada, no por ello su pérdida ha dejado de causar una notable impresión en el mundo de la cultura de la isla. Como lo demuestran las valoraciones y comentarios de compañeros del pintor de los blancos, galeristas y representantes de instituciones relacionadas con el arte y la cultura. Su entierro tendrá lugar hoy tras el funeral de cuerpo presente que se celebrará a las 16,00 horas en la iglesia de Santa Cruz.

El pintor Toni Pomar, compañero de Ferrer Guasch en el histórico Grup Puget de los años 60, le valoró ayer a este periódico como «un buen artista», añadiendo: «Desde la época de nuestro viejo grupo le traté mucho. Tiene una primera época que pinta del natural los paisajes y el mar; pero poco a poco se va introduciendo en una síntesis de la forma y del color, buscando el blanco y negro como contraste. Hasta el final ha sido fiel a su estilo, que me parece muy interesante».

Otro colega, Rafel Tur Costa, aunque en este caso desde la abstracción, señaló: «Era un artista muy apasionado con lo que hacía. Trabajó bien hasta los últimos días. Siempre que me encontraba me decía que la pintura le hacia muy feliz y que por eso los pintores teníamos mucha suerte. Su pintura está muy bien. Ha hecho una obra luminosa y muy ibicenca. Es una pena que se pierdan artistas de su talla, desde luego».

También artista y amigo, en este caso desde la escultura, Antonio Hormigo, se mostró asimismo compungido por la muerte de Ferrer Guasch, haciendo esta valoración de su arte y su persona: «Su pintura giraba siempre, más o menos, en torno a esa geometría y a esa arquitectura nuestra ibicenca. Jugaba muy bien con los blancos infinitos, como decía él. Tenía un gran gusto, sobre todo con los ángulos y las paredes; con esa especialidad, esa línea tan suya. Le conocía de hace muchos años. Junto a otros artistas de la isla, me llevó hace ya mucho tiempo a una exposición colectiva en el Palau de la Virreina de Barcelona; dejándome una salita para mí solo. Le gustaba mi trabajo y se portó muy bien conmigo. Era todo un personaje, desde luego; a veces podía resultar un poquito cascarrabias, no digo que no, pero siempre era buena gente».

Galeristas

Vicent Ferrer Guasch presentó su última exposición el pasado septiembre en la galería Via 2 de Eivissa. Su director artístico, Carles Fabregat, lamentó ayer su muerte, destacando «el honor» de haber de haber acogido su postrera muestra. «Estaba en la sala todas las tardes, siempre dispuesto a charlar con los visitantes. Respecto a su obra, diría que es incontestable; que hay una parte de la representación pictórica de Eivissa, en su mediterraneidad, su luz y una cierta esencia paisajística y urbana de la isla que le corresponde a él. Un poco como pretexto para terminar haciendo una especie de geometrismo que tendía hacia la abstracción; y jugar sobre todo con lo que más le interesaba, que eran las luces y las sombras, más los aspectos compositivos del cuadro, a través de los cuales procuraba guiar a donde le interesaba la mirada del espectador».

El decano de los artistas ibicencos tenía una especial predilección por presentar su obra en la galería Berri de Sant Agustí, a la que en los últimos años acudía cada verano. Su responsable, Gastao Heberle, se mostró afectado por su pérdida. «Este año, en el que nos hemos tratado un poco más, le veía ya muy débil. Es una de esas noticias que no te sorprende, pero que te dejan triste. Le conocí cuando ya era muy mayor, con más de 80 años. Era una persona de esas que cada vez las quieres más. Sus alumnos le consideraban un poco cascarrabias, pero cuanto más viejecito, más tierno parecía, y más interesado por las cosas. De su pintura diría que Ferrer Guasch es un clásico de Eivissa. Te puede gustar o no, pero se ha mantenido fiel a su estilo, y muy conscientemente. Me decía que a veces la gente le criticaba porque siempre hacía el mismo cuadro; pero insistía en que no tenía por qué cambiar».

Catina Costa, directora de la sala de cultura de Sa Nostra, le organizó más de diez exposiciones. «Al principio la relación fue profesional, pero le fui cogiendo cariño con el trato. Aunque podía parecer una persona adusta, era muy tierno. Con él me he reído, he aprendido, me ha aportado mucho. Para mí ha sido un ejemplo, pues ha estado pintando hasta el final, y siempre con ilusión y alegría. No se quejaba; vivía la vida al día a día. Ha sido uno de los pintores más emblemáticos de la isla durante toda su trayectoria, con proyección nacional e internacional; y siempre con la Eivissa idílica por bandera».

Dos instituciones

El conseller de Cultura, Marià Torres, valoró la figura de Ferrer Guasch, de quien fue alumno: «Con su muerte se pierde a un gran artista y a una gran persona. No hay que olvidar que fue catedrático de Dibujo del Instituto de Santa María hasta su jubilación; y de que se involucró socialmente en el mundo del deporte y en otras iniciativas. Así que también hay que valorar que fue una persona que socialmente aportó su granito de arena para mejorar la sociedad de Eivissa. Y como artista, destacaría su pintura como documento de la luz y de la arquitectura de la isla, tan apreciada por arquitectos y artistas. Yo lo tuve de profesor de dibujo; y me acuerdo que en la clase a veces nos desafiaba preguntándonos cuántos blancos veíamos en un cuadro. Nosotros contestábamos, naturalmente, que uno, y él decía: 'Pues mi retina está tan acostumbrada que ve mil blancos'».

Por su parte, la directora del Museu d'Art Contemporani d'Eivissa (MACE), Elena Ruiz Sastre, esbozó este perfil crítico del artista: «Dentro de la pintura reciente de Eivissa, Ferrer Guasch significa el caso de un personaje hecho a sí mismo muy voluntariamente con un estilo muy personal. En sus inicios parte de la escuela de Puget, del costumbrismo y del paisajismo de comienzos del siglo XX; pero enseguida se despega de esa pintura colorista y vibrante del maestro para trabajar en un concepto mucho más descarnado, mucho más constructivista; como adjetivo, no como referente. Descubre los valores contrastados de los blancos de la arquitectura ibicenca y la reivindica hasta llevarla a una pintura muy esquelética, muy esencial, desprovista de anécdota, de temas, de personajes, dejándola cristalizada en esa imagen fija. En años anteriores sus obras eran un poco más texturadas, menos transparentes, con más pigmentos; pero siempre dentro de su mismo estilo y concepto».

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