Al cumplirse este mes cinco años de la trágica muerte de Jacques Guérin, a consecuencia de la caída de un árbol en su singular residencia de Can Pere Cala (Morna, Sant Carles), su viuda, Babeth Guérin, está preparando en tan creativo entorno una gran muestra retrospectiva de su variada creatividad. «La organización es un trabajo de titanes; hay que clasificar cronológicamente la obra, según etapas y materiales; y pedir prestadas ciertas piezas diseminadas por toda Europa; las de fuera del continente pondremos fotos. Su mundo creativo es tan denso, que es un trabajo de largo aliento, pues abarca desde el hierro cortado con soplete, según la égida de Barry Flanagan, a las obras de bronce y cristal; aparte de su labor de paisajista y botánico», explicó ayer a este periódico la viuda del polifacético artista.
Cinco años pasados tras su muerte en los que Babeth Guerin ha cuidado con mimo y entrega total su preciado legado. El jardín ha triplicado su volumen; la galería, antes oscura se ha vuelto blanca y luminosa. Todo desprende la misma atmósfera, sólo falta Jacques subiendo las escaleras de cuatro en cuatro escalones con su bolsita de gambas o de sepia para hacer un arroz negro o Guérin, pues le encantaba la cocina y guisaba como un chef exigente.
Un espacio 'mágico'
Los numerosos visitantes que, informados por la guía de la Ruta del Arte, llegan hasta Can Pere Cala, quedan fascinados «por la magia» de un espacio poliartístico, tanto por las obras en sí, como por el paisaje y su hermoso jardín botánico, pleno de especies llamativas. No en vano, Jacques Guérin fue alumno y seguidor de César Manrique, el genial escultor y urbanista que realizó una revolución estética en la volcánica isla de Lanzarote. «Uno se pregunta aún con asombro cómo una sola persona pudo con sus dos manos realizar tantas cosas diferentes, sin dejar de atender a sus labores cotidianas, recibiendo, preparando el jardín, cocinando, haciendo la siesta (algo que para Jacques era sagrado) o las horas que pasaba en los bares arreglando el mundo».
Pero Babeth Guérin no se recrea en el recuerdo de su ausencia, «pues lo que cuenta es el legado que dejó, que sigue aquí, emociona y estimula». De ahí que el sentimiento que empuja su voluntad sea tan firme; pues «mi intención es que, a pesar de la ausencia de su creador, este proyecto creado con tanto entusiasmo y dedicación siga vivo de acuerdo con su filosofía», precisó su viuda, quien no supo apuntar una fecha para la retrospectiva. «Tomará su tiempo, quizás el próximo año, o más bien en 2011, pues es mucho trabajo para mí sola», consideró con razón, pues no ha pensado aún solicitar algún tipo de ayuda institucional para rendir homenaje a un artista que puso en marcha un buen número de iniciativas creativas en su residencia artística con la participación de artistas amigos y cómplice, dejando a su muerte un interesante y hermoso legado que la isla debería proteger ayudando para ello a su viuda.
Por otra parte, Babeth Guérin quiso aprovechar la ocasión para dar las gracias a los amigos, tanto ibicencos como residentes, que estuvieron a su lado y la ayudaron a intentar superar la pérdida con generosidad y cariño.