Catorce años de trabajo, mes arriba mes abajo, es el tiempo que le ha llevado al fotógrafo francés Jérôme Ferrière tener encuadernado y listo para su distribución el libro Ibiza Portraits, un compendio de retratos de personajes de todo tipo de la Isla que ahora publica MAX Editore y que se presentará mañana lunes en Atzaró a partir de las ocho de la tarde.
Como la de muchas otras personas, la odisea de Ferrière comienza con un primer viaje de vacaciones a Eivissa. «Me gustó mucho la isla —rememora—, volví otro año y decidí quedarme; para conseguirlo tuve que trabajar de dj, de camarero, de vendedor de hamacas, de pintor de barco... En Francia trabajaba de fotógrafo, así que empecé a hacer fotos en la isla».
Pero no se trataba de fotografías en general, sino de una temática muy concreta: el retrato. «El retrato me gusta mucho y descubrí que en la Isla siempre hay una gran variedad de personas, mucha gente original, con mucho colorido para poder fotografiar». De hecho, le chocó encontrar dicho panorama humano en comparación con Bourdeaux, ciudad de la que provenía: «No era como allí, en Eivissa encontré personas e influencias de todo el mundo», remarca.
Armado con una Hasselblad 500CM con película TRIX400 de Kodak, Ferrière comenzó a acumular material fotográfico en 1997 —«la primera fotografía se la hice a Lenny Ibizarre», explica— y en su mente empezó a tomar forma la idea de editar un libro con todo ese recorrido fotográfico, ese mundo particular en blanco y negro que había ido forjando en su nuevo hogar. Y la primera dificultad fue la de encontrar alguien dispuesto a hacerlo, una tarea complicada que finalmente cristalizó gracias a MAX Editore, editorial italiana que ha lanzado al mercado 2.000 ejemplares de Ibiza Portraits.
Catorce años han pasado entre aquella instantánea de Lenny Ibizarre y la última imagen captada por Ferrière que se ha incluido en el libro, una fotografía a la performer Silvana Perré, tomada el pasado año. En el tiempo intermedio, frente al objetivo de su Hasselblad han pasado multitud de personajes, desde empresarios a mecánicos, gente de la noche, djs, payeses o gente de la calle. «Hay que entender —añade el fotógrafo— que no son fotografías de reportaje, son todo posados, me citaba con cada una de esas personas para captar la imagen, en ese sentido ha sido un proyecto muy complicado».
Pero Ferrière no recuerda a ninguna persona, fuera del estamento que fuera, que no quisiera colaborar con su proyecto. «Todo el mundo estaba muy contento de poder participar, muy predispuesto a formar parte del proyecto, así que puedo decir que no hubo nadie que fuera complicado de conseguir, todos colaboraron».
Puede que todos colaboraran, pero a veces las que no lo hacían eran las circunstancias, como relata el autor del libro respecto a la fotografía que ilustra la portada, protagonizada por Pippi Sol: «Fue la más difícil de conseguir, por la luz, que no era la correcta para cuando habíamos dejado a la modelo lista; por la ropa, que el viento se llevaba... Tuvimos que volver tres veces al mismo lugar para poder hacerla».
Inmersión
Ferrière también logró fotografiar a gente corriente y personas del campo, algo para lo que aprovechó los años de residencia en la isla. «Muchos de ellos son amigos míos y pude hacerlas después de vivir muchos años aquí, de haberme sumergido en su entorno. Son retratos que no podría haber hecho llegando desde París o desde Bourdeaux».
Y si hay alguna lección que Ferrière ha sacado en claro de la edición de este libro es la de que el próximo proyecto lo hará en fotografía digital. «Es importante señalar que en el libro no hay ninguna imagen digital, pero también remarcar que no volveré a hacerlo, porque el gasto es increíble. Creo que ahora ha llegado el momento de comprar un buen equipo digital».