El trío británico Muse ofreció la pasada noche en el Palacio de los Deportes de Madrid un concierto vigorizante, apocalíptico, conspiranóico, intimidante, quirúrjico, gentil y termodinámico que no dejó títere con cabeza y que les vuelve a colocar en cabeza de la carrera por ser la banda de rock más grande del planeta.
El resumen de la velada es abrumador, pasando por todos los estados emocionales posibles y por multitud de estilos musicales, todos ellos llevados al extremo por un trío que suena como las puertas del infierno abriéndose de par en par en los últimos instantes del mundo tal y como lo conocemos.
Un Palacio de Deportes lleno hasta la bandera recibió a los británicos con unos niveles de excitación difíciles de controlar en la noche de un sábado. Desde el momento en el que se apagaron los focos y sonaron ‘The 2nd Law: Unsustainable' y ‘Supremacy', efectivamente llego el desmadre, reconfirmado de manera inapelable por ‘Hysteria', ‘Supermassive Black Hole' y ‘Resistance'.
Turno después para una serie de canciones de su notable y reciente nuevo álbum de estudio, ‘The 2nd Law', editado a principios de este mismo mes. ‘Panic Station', ‘Animals' y ‘Explorers' encandilaron pero de alguna manera aminoraron la vertiginosa velocidad de un concierto que en todo momento sonó poderoso y aplastante, con un montaje escénico que entronca directamente con las propuestas de grandes nombres como Pink Floyd o U2.
Y es que la ambición de Muse parece no tener límites, su megalomanía simplemente es aplastante, asfixiante, exasperante incluso. Tanto en lo visual como por supuesto en lo musical, aunque cuando suena ‘Time is Running Out', uno de sus ya casi viejos clásicos, todos los asistentes básicamente se dejan llevar, generando entre todos uno de esos momentos de comunión colectiva que sólo la música en directo es capaz de provocar.
La parte final
Aún hay tiempo en la parte final, con el éxito ya asegurado y encarrilado, para ‘Madness', ‘Undisclosed Desires', y la épica guitarrera de ‘Plug in Baby' y ‘New Born'. A estas alturas el dominio escénico y la pericia instrumental de Matthew, Chris y Dominic ya ni sorprenden, pues a lo bueno dicen que siempre se acostumbra uno con mucha facilidad. Dicen, y no se equivocan.
Después de ser engullidos por una pirámide invertida formada por decenas de pantallas con todo tipo de imágenes y tocar en su interior ‘The 2nd Law: Isolated System', la banda reaparece aún con más energía para lobotomizar a los presentes con ‘Uprising' y ‘Knights of Cydonia', en unos minutos que irremediablemente recuerdan a cualquier tipo de celebración sectaria, dictatorial, masónica y casi satánica.
La más melódica ‘Starlight' abre una segunda tanda de bises que finiquitan la sesión con la épica apocalíptica y desmedida de ‘Survival', esa fusión entre Queen y Manowar que fue canción oficial de las pasadas Olimpiadas de Londres. Casi dos horas de impetuoso rock de estadio con una única conclusión final posible: en un sistema aislado, la entropía no puede sino aumentar. Y es que, efectivamente, Muse son presente, pero su reinado futuro apenas ha comenzado.