Quien más quien menos identifica a Berto Romero (Cardona, 1974) como el sobrino televisivo de Andreu Buenafuente. Pero este cómico ha sido cantante de un grupo de rock, locutor de radio, presentador de televisión y monologuista, como demostrará esta noche en Can Ventosa de la mano de la compañía El Cansancio con el espectáculo La apoteosis necia, en el que estará acompañado por el guitarrista Iván Rodríguez en las dos funciones que ofrecerá a las ocho y a las diez.
—Trabajó como periodista. ¿Es un buen punto de aproximación al mundo del humor?
—El que trabajara como periodista es matizable; pero sí, creo que es un buen punto de aproximación. No lo trabajo mucho. En televisión hice un poco de periodismo cachondo, pero no es mi guerra. Soy un poco más de la comedia pura, sin actualidad. Sí que es una buena aproximación, sobre todo cuando la actualidad te sirve el chiste en bandeja.
—De hecho, parece que hay una especie de corriente hacia ese alejamiento de la actualidad en una serie de cómicos, como por ejemplo los que participan en este festival del humor en Eivissa, Joaquín Reyes, Faemino y Cansado y usted mismo.
—No sé. Hay diferentes líneas de investigación (risas). Hay cómicos que trabajan con material del día y hablan de la situación política y económica. Mi caso es diferente, y siempre ha sido así. Empecé a trabajar en comedia cuando las cosas en España iban bien y ya me gustaba irme hacia otros terrenos de comedia. Lo que pasa es que yo no he cambiado mucho, lo que ha cambiado es la situación. Los que me citas sí que son representantes de este humor alejado o que no quieren saber mucho de la actualidad. Estoy en la trinchera de los que piensan que cuando la gente está en el teatro se produce una especie de tregua, como espectador no me apetece mucho que si las cosas me van mal me lo recuerden otra vez, aunque me ría. Pero son colores, a cada cual le gusta lo que le gusta.
—En el espectáculo que presenta en Eivissa no solo hace monólogos, sino que canta. ¿Cómo surgió la idea de intercalar piezas musicales?
—Esto viene ya del principio de mi carrera. En el 98 empecé a hacerlo así, porque empecé cantando en un grupo de rock y luego me di cuenta de que no me gustaba mucho. Cuando empecé a hacer monólogos decidí aprovechar también lo de cantar y tal. Que no es algo muy extraño, todos los cómicos que han sabido cantar siempre lo han hecho.
—¿Qué temas trata en sus monólogos de ‘La apoteosis necia'?
—Hablo de mí, de mi vida, mis experiencias. Todo es medio verdad y medio mentira. Aprovecho una anécdota real para luego irme por los cerros de Úbeda. Los temas son mi familia, mi trabajo, el amor... Temas universales vamos.
—El espectáculo nació hace unos años. ¿De qué modo ha ido variándolo con el paso del tiempo?
—Lo he ido variando en base al trabajo, ir cambiando monólogos sobre la marcha, introduciendo ideas nuevas y sacando las que no funcionaban, y con el paso del tiempo el texto ha ido cambiando bastante. Lo que no ha podido cambiar es la estructura. Los temas son los mismos, pero la perspectiva ha cambiado.
—¿El mundo del humor vive actualmente un buen momento en nuestro país?
—No. Creo que en este país no está viviendo nada un momento bueno. Igual lo parece porque hay muchos monologuistas haciendo espectáculos de un hombre solo con un micrófono, pero esto es así porque es más barato hacerlo (risas). Parece que hay más comedia, pero es una reacción a la crisis.
—Así, ‘La apoteosis necia', con dos personas sobre el escenario, es casi una superproducción...
—Claro, claro. Estamos en lo que era el Circ du Soleil antes. Somos una producción de gran tamaño (risas).
—¿Su paso por la televisión ha sido meteórico? ¿Cómo lo ha asimilado y qué enseñanzas ha podido extraer de ello?
—En televisión lo he aprendido todo. He aprendido escritura de guión, síntesis, ritmo, improvisación, que era algo que no trabajaba y ni siquiera me gustaba. Sobre todo, Andreu Buenafuente me enseñó a improvisar. Y lo que la televisión me ha dado es evidente: que el público me conozca, que es algo que no se puede pagar con dinero. Aprendí ahí y además me pagaban.
—¿Cómo afronta la creación de un monólogo o de un gag? ¿Cómo sabe que va a funcionar?
—Continuamente me voy apuntando cosas que me parecen más o menos graciosas en bruto. En frío las miro, las desarrollo y si me siguen pareciendo graciosas voy escribiendo el monólogo y lo pruebo con el público, que es el único modo que tengo de saber si funciona.
—¿Todavía siente nervios a la hora de presentar un gag nuevo?
—Sí, siempre. Y muchos. Los siento incluso cuando presento un gag que no es nuevo, porque siempre pienso que me van a matar o que el público me odiará. Pero eso es bueno, porque si no sientes nervios es que crees que ya lo haces muy bien y acabas fracasando estrepitosamente.
—Por su experiencia, ¿realmente la gente espera que los cómicos sean graciosos en todo momento?
—Sí. La gente espera eso. Pero luego se encuentran con la realidad, que eres una persona normal que a veces haces gracia y a veces no, pero ya está, no pasa nada. Se dan cuenta de lo que hay y te dejan tranquilo (risas).