La alta calefacción en la sala de prensa de la Conselleria de Cultura no consiguió fundir el bloque de hielo que distancia las posturas entre el gerente de la Orquestra Simfònica, Marcelino Minaya, y el aún director titular, Salvador Brotons. La rueda de prensa convocada para presentar el concierto que la orquesta ofreció anoche en el Teatre Principal sólo sirvió para que unos y otros mostraran sus cartas: Brotons, «decepcionado» por los modos de su sustitución, y Minaya, seguro del nuevo proyecto, del «aire fresco» que aportará Josep Vicent a «una orquesta que olía ya a naftalina».
No faltaron réplicas y contrarréplicas, ni gestos, ni muecas por parte de Salvador Brotons que decían más que sus palabras. Pero no por ello fue menos claro al hablar. «Me comunicaron que me iba el 4 de enero por teléfono. Pensaba que la decisión no era por una cuestión artística. Pensaba continuar. El problema era económico. Si este cambio va a ser mejor para la economía de la orquesta, doy un paso atrás». El maestro reconoció ayer otras cosas: «Me bajé el sueldo porque pensaba que lo más importante era la continuidad artística de la orquesta, no quería que pensaran que estaba aquí por dinero», «Hubiera aceptado cobrar lo que cobrará el próximo director. Nunca me lo propusieron» o «Nunca me he negado a desarrollar nuevos proyectos». Por todo ello, Salvador Brotons lamentó: «Jamás imaginé este final tan repentino».
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