Javier Gutiérrez, el entrañable Satur de «Águila Roja», logró salir del «eterno problema del encasillamiento» por la puerta grande, con el premio al mejor actor del Festival de San Sebastián por «La isla mínima», cinta con la que se confirma que «el público ha perdido el miedo a ver cine español».
El comisario oscuro y violento de «La isla mínima» dista mucho del pícaro escudero del siglo XVII que acompaña a Águila Roja de la serie de TVE, pero el actor asturiano confiesa en una entrevista que siente que «inconscientemente» se ha estado preparando para él toda su vida, «para dar el do de pecho y estar a la altura».
Gutiérrez, nacido en 1971 en Luanco (Asturias) y criado en Ferrol (A Coruña) está de gira por España con la obra de teatro «Los Mácbez», una revisión del clásico de Shakespeare en la que comparte escenario con Carmen Machi, y acaba de terminar el rodaje de la película «El desconocido», junto a Luis Tosar.
Pero la sombra de la televisión es alargada, y en un recorrido por el centro de Madrid para presentar el libro «El siglo de Águila Roja» (Planeta), el público le para y el pide autógrafos al grito de «!Satur!», que el atiende con la amabilidad de quien es consciente de que la serie lleva años «colándose en millones de salones de españoles».
Reconoce que esta popularidad también le ha acercado en ocasiones al «eterno problema del encasillamiento, aunque por fortuna hay productores y directores que ven más allá del personaje al que a uno tratan de encasillarle».
En su caso, el cineasta Alberto Rodríguez (»Grupo 7») le llevó con «La isla mínima» a la época de la Transición como un comisario franquista y violento, al que supo dotar de las «aristas» necesarias para «humanizarlo».