La Berlinale dio su Oso de Oro a la película iraní Taxi, una amable versión de cine denuncia dirigida por Jafar Panahi, y se volcó hacia América Latina, empezando con el Oso del Premio Especial del Jurado para El Club, del chileno Pablo Larraín y extendiéndose al resto de representantes latinoamericanas.
Las tres películas latinas a competición en el festival se fueron con un Oso, ya que además del galardón a Larraín, su compatriota Patricio Guzmán obtuvo el de Plata al mejor guion con El botón de nácar, mientras que el guatemalteco Jayro Bustamante obtuvo el premio Alfred Bauer con Ixcanul.
Los galardones no se limitaron a la sección a competición, sino que además el film mexicano 600 millas, dirigido por Gabriel Ripstein y exhibido en Panorama, el segundo apartado del festival, obtuvo el premio a la mejor opera prima de la Berlinale.
Chile acudía a ese festival con esos dos nombres de peso y alcance internacional, dispuesto a refrendar el buen momento de su cinematografía y logró con creces su objetivo.
Guatemala, por primera vez en competición en la historia de la Berlinale, obtuvo con un cine de corte indígena, dirigido por el debutante Bustamente el mencionado galardón, instituido en memoria del fundador del festival para distinguir la apertura de nuevas perspectivas en el cine.
El Oro a Panahi tenía aire de gesto solidario al cineasta viejo conocido del festival -estuvo a competición en 2011 con Fuera de juego y volvió en 2013 con Closed Courtain-, actualmente inhabilitado por el régimen de Teherán y que no pudo acudir a Berlín ni a presentar su película ni a recoger el trofeo.
Los premios a las mejores interpretaciones fueron para Charlotte Rampling, que obtuvo el Oso de Plata por su excelente papel en 45 Years, de Andrew Haigh, mientras que el correspondiente al mejor actor fue para su marido en el filme, Tom Courtenay.
En lo que respecta a la Plata al mejor director, fue compartido entre el rumano Radu Jude y la polaca Malgozata Szumowska, ex-aequo, por sus películas Aferim y Body.
La alemana Victoria, de Sebastian Schipper, obtuvo un Oso de Plata a la aportación artística por el singular movimiento de la cámara del filme, rodado como secuencia única que sigue los pasos de una muchacha española en la noche berlinesa, papel interpretado por Laia Costa.
La Berlinale incluía en esta 65 edición 19 películas a concurso, entre ellas las representantes latinoamericanas, que tras su estreno se situaron inmediatamente a la cabeza de las preferencias de la crítica internacional que siguió este festival.
El director de la Berlinale, Dieter Kosslick, había puesto énfasis en su compromiso con el cine que incide en conflictos del mundo real.
Este compromiso quedó ampliamente reflejado en ese palmarés, tanto en lo que concierne al iraní Panahi -ausente por imperativo de Teherán- como a los chilenos Larraín y Guzmán, con sus respectivos alegatos contra la impunidad de la iglesia o de la dictadura de Augusto Pinochet.
El jurado internacional estuvo presidido por el director estadounidense Darren Aronofsky, representante de la generación actual de cineastas, con su colega peruana Claudia Llosa -Oso de Oro en 2009 con La teta asustada- entre sus miembros.