Santa Gertrudis volvió a disfrutar ayer un año más, y ya van 23 consecutivos, con la celebración de su misa y sus tradicionales caramelles de Nadal. Algo que fue posible gracias al interés y al esfuerzo del trío formado por Vicent Roig Riera, encargado de tocar la flaüta y el tambor, y José Antonio Tur Palerm y Juan Miguel Oliver Ferrer, cantantes y sonadores del espasí y las castanyoles.
La cita se ha convertido en imprescindible para los mayores del pueblo, que abarrotaron la iglesia de la localidad aunque se echó en falta algún joven más, que sí estaban poblando las terrazas aprovechando la mañana soleada para disfrutar de su desayuno y sus regalos de Papá Noel. «Esto a la gente más veterana del pueblo le encanta porque les recuerda a algo que se hacía cuando ellos eran jóvenes y además enlaza con la tradición ibicenca, pero sí es verdad que entre los jóvenes, desgraciadamente, no hay el mismo interés por las caramelles que el que hay actualmente por el ball pagès», explicó a este periódico Vicent Roig Riera, antes de entrar a la ceremonia.
Una lástima porque aunque se trata de un cantada y sonada difícil de seguir para los que no entienden ibicenco resulta sumamente emotivo escucharlas frente al altar del templo. Además, a esto hay que añadir que estamos ante, seguramente, la expresión más antigua que se conoce del cancionero pitiuso remontándose, según algunas fuentes, a más de cinco siglos de antigüedad. «Somos conscientes de que para alguien que no se ha criado hablando ibicenco son complicadas de entender pero hay que ir más allá, entender la importancia que tienen las caramelles para los ibicencos de toda la vida, y hacer todo lo posible para que no se pierdan», afirmó Roig Riera.
En este sentido, ayer por la mañana se pudieron escuchar en la iglesia de Santa Gertrudis como dicta la tradición, es decir, en tres partes. La primera, las caramelles propiamente dichas «formadas por siete estrofas de versos pentasílabos con una letra fija», la segunda los gotxos, «unas oraciones o cantos de versos octosílabos que se cantan redoblados», y finalmente, el llamado oferiment, «también versos de ocho sílabas que se interpretan a dúo, sin redoblar y que suelen estar dedicados a la Santísima Trinidad con temas más alegres».