Si las estadísticas son ciertas y el Monte Toro es la visita más típica de Menorca con un millón de turistas al año, el poblado de pescadores de la urbanización de Binibeca Vell seguro que se encuentra entre los destinos más concurridos. Esta localidad es un auténtico símbolo turístico de Menorca mil veces fotografiado, que sigue despertando curiosidad y admiración sin haber perdido el perfume de su autenticidad pese al paso de los años. El pequeño núcleo de casas únicas y singulares, encajadas las unas sobre las otras como por arte de magia, fue construido sin prisa pero sin pausa entre 1964 y 1968 por el aparejador menorquín Antonio Sintes y el arquitecto barcelonés Javier Barba Corsini.
Ciento sesenta y cinco viviendas repartidas sobre un terreno de casi ocho mil metros edificados frente al mar, una típica marina que en aquel entonces no tenía ningún valor y que un grupo de promotores de Maó, encabezado por Arcadi Orfila, Rafel Sintes y Vicente Amer, imaginó como emplazamiento idílico para disfrutar de Menorca. Eran los inicios del turismo de los años sesenta, en una zona que no conocía ni Cap d'en Font, ni Binidalí, ni Punta Prima, ni tantas urbanizaciones que ahora suman estos parajes de levante. Cincuenta años más tarde, es visita obligada y sello característico que perdura en el tiempo. Fondo de paisaje para novios y paseantes, Binibeca Vell parece convertirse en la postal perfecta de cualquier verano.
ÚNICO. El poblado de pescadores es irrepetible, tal y como explica el actual presidente de la comunidad de propietarios, Joan Ramon Rabassó, ya que se erigió gracias a la creatividad y el ingenio de Sintes con los apoyos de Barba Corsini y un equipo de albañiles seleccionados por el propio Sintes que vinieron desde Ferreries.
La estampa de casitas blancas forma un entorno a imagen y semblanza de un pueblo de pescadores típico del arco mediterráneo, como si estuviéramos en plenas islas griegas. “La idea inicial era recrear un poblado que llamase la atención de intelectuales, pintores y escritores que pudieran disponer de un entorno único para inspirarse”, explica Rabassó. De hecho, el conocido pintor que ha plasmado paisajes de Menorca en más de mil quinientas obras, Francesc Poch Romeu, fue de los primeros en enamorarse de la zona y pedir a Sintes que le construyera una vivienda. “Las primeras casas ideadas y plasmadas sobre el papel debían disponer de un espacio en los bajos para guardar la embarcación pero luego la realidad fue muy diferente”. La plaza mayor, la iglesia, el paseo marítimo se construyeron en una primera fase. Posteriormente y hasta completar la totalidad del poblado, este fue creciendo hacia la zona situada al otro lado de la riera. La primera vivienda fue la Casa Candi y las últimas que se edificaron fueron hacia finales de 1970.
MANTENIMIENTO ACTUAL. La construcción de las viviendas se fue haciendo casi por encargo y sin demasiados planos de detalle. De hecho, las paredes de muchas casas son irregulares, adaptando la vivienda a la idiosincrasia del lugar y del terreno. La mayoría de viviendas pertenece a propietarios individuales, aunque también existe un cadena hotelera que explota unos apartamentos y una zona comercial edificada con bastante posterioridad, fuera de los límites del poblado, que en temporada alta aporta al conjunto de tiendas y restaurantes.
Durante el invierno, el poblado y la zona comercial quedan prácticamente inhabitados y es a partir de Semana Santa cuando vuelve a recobrar la actividad. Precisamente en esta época del año y prácticamente hasta el mes de junio, se aprovecha para encalar y pintar el poblado, una servitud anual que tiene como objetivo mantener la belleza del lugar y que supone un coste muy elevado para la comunidad. “Piensa que tenemos un presupuesto que oscila alrededor de los 80.000 euros anuales, de los cuales, la mayor parte, unos 70.000, se destinan a las tareas de mantenimiento del poblado como pintado, limpieza, mantenimiento general y jardinería”, comenta Joan Ramón Rabassó. Todo este trabajo de conservación también cuenta con una limitada aportación económica del Ajuntament de Sant Lluís que el presidente de la comunidad se encarga de velar a través de una relación fluida durante todo el año. “Es una tarea anual para poder tener el poblado en condiciones”, concluye. A todos sus vecinos les gustaría que el poblado de pescadores pudiera ser declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonial con el fin de poder acceder a ayudas o subvenciones de entidades como el Consell Insular, que pudieran asegurar una mejor conservación y su pervivencia en el tiempo como obra única e irrepetible.
CELEBRACIÓN. Para festejar los cincuenta años de la creación de Binibeca se están preparando una serie de acciones que culminarán durante el verano, para aprovechar la máxima afluencia de vecinos y veraneantes. “Tanto el Ajuntament de Sant Lluís como la Conselleria de Turisme se han mostrado interesados en colaborar en la celebración de la efeméride, en la que nos gustaría acoger una serie de exposiciones y eventos que culminen con un espectáculo pirotécnico el mes de agosto, como fin de fiesta del aniversario” explica Rabassó.
Asimismo, al presidente de la comunidad de propietarios también le gustaría poder celebrar alguna actividad conjunta con el Club Náutico de Binibeca como una de las entidades que más vinculación tiene con el poblado. La voluntad es celebrar estos cincuenta años para continuar siendo uno de los principales símbolos identificativos de la isla de Menorca.